In Bomb the Right Place, players are told "the world thinks America is weak," which mean it's time to start bombing the shit out of some foreign countries and get some respect! If you choose to enact diplomacy, it's game over because "you made America look weak." If you don't bomb anyone, same deal. But when tasked with actually bombing someone—like, say, Kabul—players are presented with a largely unlabeled map and a cursor. If you bomb the wrong country, you still win. "I think the got they still got the message," the game reads, and asks you to try again.
Bomb the Right Place is part of a larger series of pointed games in the GOP Arcade, which spent the better part of 2016 skewering the political rhetoric of the Grand Old Party and, quite often, Donald Trump. Some of their games, like Bomb the Right Place, manage to relay an uncomfortable, powerful message through game design, regardless of political persuasion. (Though I'm a progressive who often disagrees with American foreign policy in the Middle East, I couldn't find Kabul on a map, and I shut the game off with a sense of shame. It worked.)
Thoughts & Prayers, made in response to last year's hate-driven mass shooting in a gay nightclub in Orlando that took the lives of 49 people and wounded 53 others, is similarly agonizing. "America faces an epidemic of mass shootings," reads the game's opening text, as Contra-style 16-bit music blares loudly. "It's up to you to stop them." Your only options, though, are to "think" and "pray," riffing on the Republican Party's penchant for empty messages on social media after outbreaks of violence, rather than working towards gun control legislation.
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The Power of Video Games in the Age of Trump
President Obama Just Commuted Chelsea Manning's Prison Sentence
Convicted military intelligence analyst Chelsea Manning saw the remainder of her 35-year prison sentence largely wiped out by President Barack Obama Tuesday, paving the way for her release next year, the New York Times reports.
Manning has already served six years of her sentence for leaking classified military information to the increasingly controversial transparency outfit WikiLeaks. In her time as a transgender prisoner in a male military prison, she has tried to commit suicide twice and also gone on hunger strike in an effort to protest the conditions of her confinement. Now that Obama has approved her commutation application, Manning is set to leave Fort Leavenworth prison on May 17.
In 2010, Manning pleaded guilty to stealing 700,000 military files as an army intelligence analyst in Iraq. The files revealed new details about treatment of detainees by Iraqi military officers and information about the actual number of civilian deaths in the Iraq war. Perhaps most explosively, Manning helped unearth video of a US helicopter strike near Baghdad that left two journalists dead. After pleading guilty in military court, she was convicted of additional charges as well and slapped with a 35-year sentence—the longest punishment in American history for someone convicted of leak.
Obama was seen as Manning's last hope for freedom before Donald Trump took office, and shortly after the election, a White House petition pled with the outgoing president to commute her sentence. That petition reached 100,000 signatures last month, ostensibly requiring the administration to issue an answer within 90 days.
White House press secretary Josh Earnest commented on the application Friday, drawing a contrast with pleas for an official pardon for leaker Edward Snowden.
"Chelsea Manning is somebody who went through the military criminal justice process, was exposed to due process, was found guilty, was sentenced for her crimes, and she acknowledged wrongdoing," Earnest said. "Mr. Snowden fled into the arms of an adversary, and has sought refuge in a country that most recently made a concerted effort to undermine confidence in our democracy."
Nota
Era la primera carta que recibía en su vida. Por ejemplo. El cartero nunca le había dejado más que facturas y publicidad de tiendas departamentales. El sujeto no la abrió de inmediato. Por ejemplo: temor. Desconfianza. O una suerte de intuición: había que leerla por la noche, cuando todos durmieran. Pero el sujeto no podría ser el sujeto, dice Ve, necesita un nombre. Sandro. A Sandro le tomaría cuarenta días con sus noches decidir qué hacer. Noches de oscuridad febril. Días de angustia disimulada en su trabajo rutinario. De oficina. La primera posibilidad es una novela. Dice Ve: una suerte de novela. Antepasados griegos, un abuelo. El abuelo de Sandro. Llegó a México y compró un hotel, al que pronto le acondicionó un bar. Buen negociante, discreto, hosco. Conocido de todos en la ciudad, el casi pueblo de entonces. Sandro recordaba la musaka de los domingos. Su abuelo murió cuando él tenía ocho años. Recordaba el aroma turbio de la berenjena, las manos ajadas del abuelo, su acento extraño. Un cierto dejo de ensimismamiento. Por ejemplo: la desgracia inscrita en sus ojos, pensó Sandro: debo confesar que me gustaba estar con el abuelo, en silencio. Sandro había abandonado la traducción literaria en pos de una vida más estable. Y su padre: un melancólico, dice Ve, eso es. Entregado a la planicie, a la vida monótona de la clase media mexicana. Pero no había logrado conservar la breve fortuna del abuelo. Tras treinta años de casado, se había enamorado de una mujer joven y había perdido casi todo. Dinero, vitalidad. Abrirse al deseo es una condena, leyó Sandro alguna vez y por supuesto lo recordó. Él ya no heredó más que su apellido vuelto letrero luminoso —obviamente, una letra fundida— en la fachada del bar más famoso de la ciudad. En manos de otros. Entonces estudió traducción, si es que eso existe, dice Ve. Imaginar su juventud de hijo único. Sus años universitarios. Un profesor, jubilado de Yale, que lo marca. De Yale o Stanford, da exactamente lo mismo. Un viejo latinista y aficionado a las plantas curativas. Una suerte de naturalista decimonónico pero con camisa de manta. Un gringo misterioso, pues, que enseña a Sandro tristes declinaciones latinas y le invita en su casa refinados mezcales sin etiqueta. Una casa amplia e iluminada, generosa como su dueño, pensó Sandro. Excepto por un cuarto, cerrado a cal y canto, del que no se habla. Hablemos en cambio de cal y canto, dice Ve: no sabemos qué significan esas exactas palabras así combinadas, pero, cómo no, sabemos que podemos usarlas a la menor provocación, sin reparo alguno, como quiera que sea, sin pena ni gloria y asimismo. En fin, para algo servirá esa habitación, nada de cuarto, dice Ve. Y por cierto, dice Ve, Mijailidis, ese es el apellido, por tanto el nombre del bar, por tanto el estigma, la marca que le recuerda a Sandro lo que alguna vez se poseyó, la derrota asumida —con coquetería casi imperceptible— como huella indudablemente indeleble de su propia existencia, el apellido propio como logo, reclamo publicitario de un negocio ajeno, atroz ajenidad que condenó a Sandro al oficio esclavizante de la traducción de literatura ortopédica y al sino familiar de la melancolía. Atroz ajenidad, dice Ve: ha salido bien. Y precisemos: literatura ortopédica en sentido estricto, nada de filos macedonianos por aquí: manuales e instructivos de bastones, andaderas, prótesis, muletas y sillas de ruedas. Traducidos a destajo. Sin pensar un segundo en el desamparado usuario monolingüe. Con datos alterados o falseados por los jefes de Sandro, dueños de la empresa comercializadora.

Traducidos, pues, únicamente por cumplir con la norma de que todo producto importado ha de incluir traducción para evitarse multas. Un negocio sórdido y disciplinado, piensa Sandro, y magnífico el modo en que se nos acumulan detalles, sí, dice Ve, pero no hay que perder el hilo, es decir, la carta. Matasellos de Viena, ah, dice Ve, la sublime palabra matasellos. Descripción erudita del sobre (tipografías, papel, timbres, formato, tintas, el propio matasellos) que, dice Ve, nosotros no podemos hacer, nos rebasa. La carta y, por qué no, el abrecartas que heredó Sandro de su abuelo y que nunca ha usado más que, en la infancia, para matar lombrices: la ignorada plata desteñida al contacto con esos seres de lodo reacios a dejar de moverse tras su cercenadura. La carta, el abrecartas, un vaso de whisky solo, y Sandro vestido con un suéter grueso en su desvencijado estudio. En suma, una tarde otoñal. Y la carta, por fin: el remitente se presenta ceremoniosa, cortante, secamente como el hermano mayor del padre de Sandro, con el mismo apellido pero ciudadano alemán. ¿Y en qué idioma la carta? En alemán, así mismo, ya que Sandro es traductor y eso basta: hecha la aclaración o justificación el alemán sólo reaparecerá en nuestra historia bajo la forma de ciertas palabras idiosincráticas. Hay, pues, un viejo, muy viejo y enfermo ciudadano alemán de origen griego y hay una cuantiosa herencia para Sandro si bien no exactamente para Sandro. En los folios de la carta, que querríamos tildar de amarillentos pero no, son nuevos, hay una mención que nos lanza a un inaplazable flashback: el hijo de Sandro. A ver: una chica que conoce en el último año de universidad. Todo muy rápido y sencillo: perturbadoramente fácil, habría dicho Sandro. Con ideas muy claras, ella. Valeria. O Sofía, dice Ve, o Fernanda. Fernanda, eso. Con una imagen precisa de su destino inmediato: la pareja de jóvenes traductores entregados a renovar el pobre concepto de la literatura italiana y alemana que se tiene en México. Una casa pequeña fuera de la ciudad con una también pequeña cava como único lujo. Planes para irse juntos a estudiar brillantes posgrados. Una foto enorme de su admirado Joseph Roth en el estudio. Un estudio compartido por ambos. Un Roth admirado por ella. La tenue, encantadora decadencia. Vidas garciaponcianas treinta o cuarenta años después. Y todo esto, dice Ve, la promesa de este mundo, dibujado una y otra vez por Fernanda en febriles noches de tesis y gin-tonics, resuelve a Sandro a aceptar que tres meses de conocer a una mujer son suficientes para casarse con ella. Ahí lo rápido y sencillo. Pero casi igual de rápido será lo inevitable: el tránsito de Henry Miller a John Cheever, digamos, dice Ve, del deslumbramiento a la rutina, del amor loco a la sólida agonística matrimonial. De la buhardilla a la alcoba, aunque nunca en realidad, dice Ve, como es obvio, haya habido buhardilla. Y en ese tránsito, imparable, natural, el nacimiento de Antonio, bautizado así en el último instante en que a Sandro y Fernanda aún les concernía más Cavafis que la factura del agua o del teléfono. De inmediato asumido, además, como la presencia que, tan llena de belleza como de asma y alergias, obliga a aparcar un momento los planes, la maravillosa vida armada por Fernanda como un teatro de sombras en el viento, y después a aparcarla otro momento, y otro y otro, hasta que lo que se ha aparcado es la idea misma de que todo eso solo son postergaciones: lo que hay es lo que hay: el irrefrenable asentamiento de Sandro como adulto hecho y derecho, nada de editar a poetas italianos de entreguerras, nada de posgrados, nada de vinos robustos tras de los cuales contemplar el hermoso rostro de Fernanda ligeramente alcoholizado. Sandro: a traducir monótonos manuales ortopédicos. Fernanda: consagrada a que Antonio atraviese lo mejor posible las intimidantes alergias. Y Sandro desde luego ocupando en solitario el estudio, al amparo de un Joseph Roth al que casi ni ha leído, como nosotros, dice Ve, completando por las noches trabajos con que en general sortea las preocupaciones económicas y, sobre todo, dice Ve, consumiendo anestesiante pornografía, ingresando en oscuros chats donde puede olvidar por un segundo al hombre metódico e inofensivo en que ha terminado por convertirse. Fin del flashback, dice Ve, porque claro, en ese estudio, una noche, Sandro lee la carta de Yorgos Mijailidis, ciudadano alemán, un tío del que nunca había tenido noticia. No le quedan claras todas las palabras, o quizá sí pero se resiste a creer lo que dicen. Pero para eso está Clarence, o Thomas, o mejor Wystan, dice Ve, perfecto, el viejo Wystan, quien todavía imparte un curso en la universidad y quien convencerá a Sandro de realizar el viaje en principio por la simple y caprichosa razón de que en Viena, donde agoniza el tío Yorgos, murió su querido tocayo Auden. Aquí vendrían bien un par de versos de Auden, dice Ve, pero no me sé ninguno, así que adelante.

Sandro duda de la autenticidad de la carta pero el viejo Wystan le asegura que ninguno de los alumnos que ha tenido en cincuenta años podría haber falseado un alemán como ese; Sandro duda de la herencia pero Wystan, entre tragos de un mezcal luciferino y con Mahler de fondo, le habla de las fortunas que se amasaron cuando Europa se destruía a sí misma y le habla también, con la cabeza baja, de los secretos que guarda toda persona, aun la más insignificante e imprevista; sobre todo, Sandro duda de ir a buscar al tío Mijailidis, y menos acompañado de Antonio, pero Wystan, el viejo Wystan, entre fragmentos de cátedra sobre Wittgenstein, el iracundo Karl Kraus, los cafés de Altenberg y Bernhard, la trilogía de Broch y los obsesivos desnudos de Egon Schiele, y como si hiciera ver a Sandro que ese era el momento, el último, para zafarse de la red de responsabilidades que lo había amaestrado bajo la forma del matrimonio, para al menos interrumpir esa triste continuidad, lo convence de inventarle cualquier cosa a Fernanda, poner la maleta de su hijo e ir, subirse a un avión rumbo a Viena para encontrarse con Yorgos Mijailidis, ciudadano alemán. Y sí, claro, dice Ve, y los preparativos no importan, el trabajo se esfuma, el dinero alcanza, el pretexto dicho a Fernanda es cualquier pretexto, nada importa, no vamos a dejar que tales torpezas nos retrasen ni mucho menos impidan ver a Sandro y Antonio ya en el viejo aeropuerto de Viena antes de su remodelación, parecido en realidad a cualquier terminal de camiones de las nuestras, dice Ve, pero transmutado en la cabeza de Sandro en la imagen ideal de la melancolía y la decadencia. Sí señores. Y los diez días que pasa en la ciudad —un titubeante resplandor de torres, música fantasmal de callejones, un carnaval de signos ominosos, en fin en fin— nada tampoco nos impedirá llenarlos de encuentros tan casuales para Sandro como, al instante, bien justificados: con un así llamado sobrino de Wittgenstein, con un rijoso escritor mexicano que despilfarra la beca de una fundación estadounidense entre Schnitzel, cerveza y cocaína, con una especie de merolico de nombre, por qué no, Hans Wagner, con una mujer desesperada y desesperante, de facciones inolvidables, que bien podría ser turca solo para deslizar las magníficas posibilidades de desarrollo y las sutiles reflexiones romántico-políticas que, no obstante, nos hemos de perder al desconocerlo todo del legendario conflicto greco-turco. Y con el tío Yorgos. Pero hay que tomar aire, dice Ve. No todo han de ser largas oraciones apoteósicas. Hay que respirar. En especial si ya nos aproximamos al final. ¿Tan pronto? En fin, imaginemos cuántas, cien páginas intermedias, no es tan difícil. Al principio de esas cien páginas, un anticipo: Sandro refugiándose de una historia y una ciudad a punto de enloquecerlo. Es la escena final pero esbozada, difuminada, cien páginas antes o cien minutos antes. Para evitar extravíos. Y luego del boceto, un desarrollo donde aparecen palabras como tentación, Eichmann, coleccionismo, Mefistófeles, cigarrillos, " Schutzstaffel", máscaras, y frases como "la hondonada de su vientre", "esa misma noche", "la ciudad les había sido asignada desde el principio de los tiempos". Porque a Sandro el jardín vienés se le bifurca: por un lado la mujer, por otro lado el tío. De tal modo, dice Ve, que en cierto momento Sandro llega a pensar vaga pero certeramente que su felicidad siempre estaría ligada a una catástrofe. Es decir: Zehra. Aquí, por lo tanto, un gran párrafo sobre el significado de ese nombre, que hemos olvidado ya, dice Ve, sobre su novedad para Sandro, su dificultad y aspereza, una especie de homenaje desértico al paladeo de Nabokov con su Lo-lee-ta. Así mismo. Entonces Zehra: emerge en las cien páginas como sea, solitaria en un café, inquisitiva en una exposición en el Albertina, como enfermera del señor Mijailidis. Mejor esto. Aunque al cabo de cuatro días no puede más que aparecérsele a Sandro en todas partes, la ubicua, alquímica Zehra, bruja y víctima, implorante de ayuda para librarse del sometimiento del implacable señor Mijailidis y a un tiempo refinada y cruel en la cama con Sandro. Porque aquí, en efecto, habría de venir una suerte de capítulo —"Libro ", por supuesto, dice Ve— donde Sandro exclusiva, enfermizamente evocaría de Zehra la constelación montañosa de su espalda, la referida hondonada de su vientre, las déspotas formas que adoptaba su deseo, he ahí. Las referencias a Bataille. Los contrastes con el sexo maquinal y ya más bien escaso con Fernanda, muy escaso.

La palabra goce y la palabra penetrar con sus distintas desinencias. Todas las variantes contenidas en seis días, solemne celebración de lenguas, salivas, sudores. Incluso una sesión de sexo anal como síntesis de contrarios y complejo símbolo de la intensidad del encuentro. Intensidad desconocida para Sandro y, como bien lo sabe, imposible de repetir: el dolor de haber conocido el paraíso y haber sido expulsado. Eso es. Fin del "Libro" en medio de nuestras cien páginas, "Libro " al que de preferencia encabezó un epígrafe especial y donde, por qué no, acaso pudo colarse el merolico vienés Hans Wagner, vendedor de muñecas en la Stephansplatz y zonas aledañas, quien, para venderle a Sandro un espécimen no precisamente barato, le habló de las bondades sadomasoquistas de, como él dijo, "las exóticas mujeres de Oriente". Fin del "Libro" pero no de Zehra, cuyo espectro habitará la perturbada cabeza de Sandro en la última escena, la del refugio. Y, decíamos, al otro lado del jardín vienés, el tío. En este flanco de la bifurcación, hemos de confesarlo de una vez, dice Ve, es donde aparecerían las palabras aquellas, " Schutzstaffel", cigarrillos, deportación, " Judenrein", pero también otras como " Amorphophallus titanum", alcoba, césped, inquietante, " Epipogium aphyllum", armario. ¿Es decir? El tío Yorgos tiene más de noventa años, es decir, veintitantos cuando todo aquello. El tío Yorgos escucha a Brahms, bebe ajenjo y oporto y cultiva en su jardín flores curiosas, es decir, el tío Yorgos es un excéntrico, un atroz seductor, un esteta. De nuevo lo atroz, pero no es de extrañar, todo aquí, en este vértigo final, conduce a ello. Y desde luego es invierno y Sandro ve el verde de las estatuas ecuestres de bronce envejecido con el inmejorable cielo gris de fondo, Sandro escucha el crepitar de los caballos sobre el empedrado, Sandro se pierde en las galerías del Kuntshistorisches Museum sin dar con el hombre de barba blanca, es decir el Tintoretto, cuadro, por cierto, de fácil localización, dice Ve, lo mismo que las más refinadas pastelerías, una de las cuales, sin embargo, la que de inmediato se vuelve favorita de Sandro y el pequeño Antonio, sería descrita, como suele decirse y debe ser, con todo lujo de detalles, una pirotecnia de colores, texturas y autenticidad, un verdadero hallazgo. Es decir, no la del Hotel Sacher, pero sí Demel: ahí cita el tío a Sandro y Antonio por vez primera, ahí acaricia el tío el cabello castaño de Antonio, le recomienda el mejor pastel, lo insta a tomar el primer café de su vida y cree reconocer en sus rasgos los de toda una estirpe, extraviada para él desde hace mucho. Después será la casa del tío Yorgos donde Antonio juegue en el jardín —no el jardín de flores exóticas sino el otro, el normal, si bien Antonio una tarde se colará sin permiso a contemplar las Nepenthes en una sustanciosa página iniciática— y donde Sandro sea presentado a Zehra, sea introducido a la biblioteca, sus ediciones raras, sus tesoros, sea envuelto por la asfixiante plática del tío y sea por último enfrentado, con tacto y resquemor pero al fin con contundencia, a la historia del origen de la fortuna del señor Mijailidis, es decir de la herencia. Salónica. 1943. Doctor Max Merten, representante del gobierno militar y protector de Yorgos. Trenes al alba y al anochecer. El rabino Koretz. Eficacia administrativa, logística impecable. Vagones de carga. Indiferencia. Distintivo amarillo. La indiferencia del Judenrat. Privilegios, dinero. Las colecciones de arte de los miembros del Judenrat. Salónica. El hábil y eficiente Yorgos. Cumplir órdenes, seguir la corriente general. 1943. Después se dirá no saber hacia dónde los conducían. Al alba. En verdad no lo sabíamos, no nos constaba. Los Hauptsturmführer. Oro por montones. Un barco. Costa de Messenia. Al alba. Abogado Max Merten. Bienes confiscados, entregados, negociados. Ocultarlos. Parten trenes al norte, parte un barco al oeste. Unos cargados de judíos, otro de oro, joyas, ricas menorás irrecuperables. Merten será enjuiciado, condenado y amnistiado, Yorgos no. Merten morirá en 1970, Yorgos no. Merten trabajará con éxito en la Alemania Federal para compensar el oro que nunca terminó de poseer. Yorgos no. Porque no hubo tal barco sobre el Jónico rumbo al oeste. Salónica. Yorgos oculta los cofres: Yorgos, 1943, el desapercibido. La historia se desgrana con obvias reticencias pero al fin emerge, verbo inmejorable si se habla de barcos e islas griegas, dice Ve, de mares ignotos y tesoros enterrados en el inconsciente. El tío mordió poco de la enorme fortuna, sólo para unos cuantos libros o plantas o sombreros o pipas de sus exquisitas colecciones, el resto, le asegura a su sobrino, lastimero, suplicante, el resto vino todo de su trabajo, de su esfuerzo digamos legal, es decir, todo lo legal que signifique hacer negocios legales y normales en nuestros días y en cualesquiera días. Cualesquiera es un exceso, dice Ve, término fascinante. Y la condición, subrayada así por el tío Mijailidis, la condición de que sea el niño y no Sandro quien reciba la herencia, es inamovible. Eso, remarca el tío, manos tensas, temblorosas, voz inusitadamente firme, eso o la fortuna se queda enterrada, oculta para siempre. Quizá fuera lo mejor, desliza el tío.

Esa noche, dice Ve, la antepenúltima de Sandro y su hijo en Viena, terminaría con Sandro aceptando la herencia en nombre de Antonio. Terminarían, la noche y el viaje, con Sandro creyendo descifrar sin género de duda, dice Ve, las frases compungidas y ambiguas de su tío, su atlética imperturbabilidad, su mueca en extremo contenida, como una oportunidad final de contrición: la fortuna limpiaría su turbia y desde luego atroz historia al ponerse en manos de un niño. Todo terminaría con esa purificación, pues, de no ser porque, casi al final, ya entrada la madrugada, Antonio durmiendo en una chaise longue, la aguja sonando al fondo un delicado Schubert una y otra vez, Sandro descubre, sin lugar a engaño, que Zehra también ha sido amante de su decrépito tío, seguramente forzada, tal vez a cambio de resolver su situación legal en el país, tal vez muchas cosas pero su amante al fin, es decir, dice Ve, el puente de deseo que a través de varias décadas viene a unir los dos extremos de una estirpe condenada a la desgracia. Dios, dice Ve. ¿Y eso qué? Eso lo cambia todo en la cabeza de Sandro, nublada de Marsala e inimaginadas confesiones cuando aborda un taxi a las tres de la mañana con Antonio en brazos y el acuerdo de volver a la casa del tío al día siguiente a firmar los papeles. Un día siguiente que comenzará tarde, a las doce, doce treinta, las aceras resbalosas de aguanieve, el cielo gris, el aire cortante, amenazador. Sandro y su hijo se topan con Florenski, el escritor mexicano de añejo y perdido origen ruso, vestido, él, Florenski, con una sudadera gruesa y encima una camisa hawaiana azul de manga corta, quien los arrastrará a Figlmüller, casa de las más refinadas y descomunales Schnitzel. Veamos, dice Ve: Antonio devora jovial su Schnitzel, Florenski también e incluso pide un plato de goulash que engulle a vastas cucharadas, y Sandro, mientras tanto, apenas toca la ensalada de papas. Papas con pimiento, dice Ve. Papas con pimiento, cebollín y aceite que también picotea Florenski. A quien, cómo no, dice Ve, Sandro había conocido alguna vez en México y así nos quitamos de problemas. Todo va cuadrando porque así son las grandes historias, dice Ve, así conviene a los destinos ineluctables. Florenski es un cínico, un clown, un tipo que juega a balancearse en la cuerda del abismo mientras da cuenta de dos platos que le bastarían a una familia ni tan austera. Florenski hace dos o tres preguntas, escucha con una media risa irónica, bebe tres medios litros de cerveza y al final, mientras sorbe un aguardiente de la casa, le dice "No seas pendejo" a Sandro. Le dice "No seas pendejo, Sandro, sálvate, o salva en todo caso a este cachorro", al tiempo que sacude la cabeza de Antonio como si despeinara a un felino. ¿Qué sabe Florenski?, se preguntará Sandro asombrado, ¿qué entendió, qué es tan claro que a este genio borracho le fueron suficientes cuatro frases para verlo? Florenski se esfuma como apareció, incómodo y oracular, y Sandro y su hijo deambulan por una ciudad que antes de las cuatro ya está sumida en la penumbra, una tiniebla húmeda y turbia. Aquí habrían de venir páginas densas, atmosféricas, las últimas cinco de aquellas cien, digamos, páginas ligeramente oníricas, dice Ve, con reminiscencias al cine expresionista y al Pierrot lunar y, por qué no, con la breve intervención del así llamado Sobrino de Wittgenstein, un personaje difuso, impecable en su apocada gestualidad, inmejorable en su frustración, a quien Sandro pide señas de una calle y quien, sin saberlo, los confunde a tal grado que termina conduciéndolos hacia el lugar señalado ya como el refugio final de Sandro en una ciudad que se le ha puesto de cabeza. El lugar no es precisamente cálido, pero sí acogedor. Han entrado sin saber adónde ni por qué. Han cruzado el vestíbulo en silencio y con lentitud, pero sin sentirse desorientados, como si lo hubieran cruzado ya muchas veces, como si fuera una estación obligatoria en una jornada cotidiana. Han abierto la puerta que lleva a la estancia principal y las dos personas dentro no han volteado a verlos. Han avanzado unos pasos por el pasillo, reconociendo de inmediato el terreno, y al sentarse han pensado, incluso Antonio, que es el primer momento tranquilo de su viaje y que, de hecho, ahí sí afirmarían sentirse como en casa. Algo, que al principio Sandro no logra descifrar, algo ha ocurrido que la absoluta novedad de un sitio como ese pareciera que se difuminara, que de forma natural mudara en cercanía, en reconfortante familiaridad. La luz tenue, la poca gente, la calma, el saberse bienvenidos. Las otras dos personas han salido, Antonio ha comenzado cauteloso a caminar sobre la gran alfombra al centro, y Sandro entonces ha tomado la decisión. Verbo impreciso, dice Ve. La decisión ha sido tomada para él, la decisión se le ha aparecido, o mejor, claro: se le ha revelado a Sandro con tal nitidez, tersura y contundencia que no puede más que sumarse a la sensación de enorme respiro que ahí experimenta, a la sensación de que ese lugar es, por fin, un refugio en medio del vértigo que la paradójica Viena le ha supuesto. No recibirá la herencia. No dejará que Antonio reciba nada. No verán una vez más al tío Mijailidis. En realidad, aunque eso no sea parte de la decisión, dice Ve, permanecerán varias horas ahí, agotarán la tarde y saldrán sólo para volver al hotel y poner las maletas. Sandro ha comprendido de golpe no solo que no quería tener nada que ver con ese dinero, sino algo más importante: que legar la fortuna, esa en particular, inscritos en ella los rastros de la Europa más sanguinaria y abyecta, legar esa fortuna a Antonio era un gesto con el que el viejo Yorgos Mijailidis, al contrario de pretender purificarla, buscaba más bien perpetuar la complicidad, transmitir oblicua pero categóricamente a otra generación la historia de crimen e infamia que lo había convertido a él en lo que era, un excéntrico decadente, un fanático. Como inocular un virus, piensa Sandro mientras observa a su hijo jugar despreocupado con unas sillas. Fin. Y aquí podría terminar la historia, dice Ve, de no ser porque a Sandro aún se le va a presentar otra idea, una idea un poco más oscura, bajo la luz benévola de la Iglesia Ortodoxa de la Santísima Trinidad del Fleischmarket vienés. Una coda melancólica, digamos, dice Ve, para esta primera conjetura donde, desde luego, el cuadro no podía sino aparecer al final. Lo que observamos en el cuadro es el interior de la Griechenkirche zur Heiligen Dreifaltigkeit en el momento en que Antonio juega distraído y Sandro va poco a poco intuyendo que la enorme claridad en la importante decisión que acaba de tomar, de la que por cierto ha comenzado a dudar, se debe por completo a ese lugar donde está, se debe justo a estar en esa iglesia, a la sencillez irreflexiva con que de inmediato se sintió acogido en ella, en fin, diríamos, dice Ve, a la nefasta familiaridad patriótica, a ese facilón calor de hogar que apela a nociones riesgosas y ridículas de las que, sin embargo, dice Ve, no vamos a hablar aquí porque en las páginas finales después de nuestras cien páginas no se hablaría de ellas: tendría que aludirse a ellas pero sin mencionarlas, habría que sugerirlas a través de un último monólogo, atormentado y permanentemente trenzado con la atmósfera cada vez más acogedora y macabra de la Griechenkirche, monólogo silencioso en el que, por fin, Sandro caería en la cuenta de la postrera y atroz, sí, atroz significación de todo eso: negarse a recibir la herencia es, de alguna oscura forma, traicionar a Zehra. Entregarse con tal plenitud a la Griechenkirche como refugio, sentir que se pertenece ahí, es traicionar a Zehra. Marcharse al día siguiente de vuelta a México es abandonar a Zehra. En el cuadro, pues, dice Ve, se ve a Antonio correteando entre las sillas de la Griechenkirche y se ve a Sandro sentado en el instante mismo en que acepta que irremediablemente traicionará a Zehra al dejarla en manos de su tío y al regresar él y su hijo al día siguiente a una vida familiar que seguirá idéntica, sin alteraciones y sin ninguna valentía posible de su parte para cambiarla; en el instante en que comprende como traición a Zehra volver unas horas después y para siempre a México, un país que, como solemos decir, dice Ve, comenzaba entonces a caerse a pedazos, es decir, a derrumbarse como un montón de piedras.
Gabriel Wolfson (Puebla, México, 1976). Profesor en la UDLAP. Libros recientes: Be y pies (Tumbona, 2015) y Profesores (Conaculta, 2015). Colaborador asiduo de la revista Crítica. Editor de tres minúsculas colecciones editoriales.
*** Como apéndice de nuestro Especial de Ficción 2016 dedicado a la literatura de América Latina, los 21 autores publicados fueron invitados a contestar un cuestionario de 20 preguntas sobre los usos y costumbres, rituales y obsesiones que suelen acompañarlos en el oficio de escribir. Lee las respuestas de Gabriel aquí.
Ficción 12/16: Gabriel Wolfson
Gabriel Wolfson (Puebla, México, 1976). Profesor en la UDLAP. Libros recientes: Be y pies (Tumbona, 2015) y Profesores (Conaculta, 2015). Colaborador asiduo de la revista Crítica. Editor de tres minúsculas colecciones editoriales.
En nuestro Especial de Ficción 2016 participó con el relato "Nota".
VICE: ¿Para qué "sirve" la literatura?
Gabriel Wolfson: Mmm… habría que entrecomillar "literatura", no "sirve". Para muchas cosas: el ego, la plática tranquila, el sentido de la existencia sin hijos, en fin. Lo que no sabemos es qué es lo que sirve para todo eso: una palabra entrecomillada.
¿Cuál es la mentira que más repite?
No se me ocurre.
¿Recurre a la literatura para responderse preguntas existenciales? ¿Qué libro le ha sido más efectivo en este apartado?
Sí, pero hay que seguir insistiendo con la falta de entrecomillado. Este cuestionario pinta muy canónico, parece de Letras Libres, no de VICE.
Así que: algo de Bernhard, y creo que sobre todo Lo que queda de Auschwitz, de Agamben. En alguna época, ya no, El suicida, de Reyes. Ahorita mismo, Los hijos de la noche, de Santiago López Petit.
¿Tallerea sus textos? ¿Con quién?
Esto ya parece encuesta de satisfacción del FONCA. El "taller" puede enseñar tantito a escribir, la cosa es que ya prácticamente no hay talleres para eso. Los hay para redactar novelas, para concluir novelas, para destilar autobiografías, para aventar testimonios, para aprender dos términos de retórica, para publicar algo.
No "tallereo" mis textos desde hace años. Los doy a leer a unos pocos cuates. Últimamente caí en cuenta de que me gustaría hacerlo más, así que lo haré más.
¿Qué reliquia literaria le gustaría poseer? ¿Cuál va a legar usted?
Nada, cosas conseguibles: la primera de Epigramas, las primeras de López Velarde, la primera de El libro vacío. Hombre, un Pedro Páramo primera edición me vendría bien. Soy totalmente nacional y sin aspiraciones, según veo. ¿Qué legaré? Por ahí va: primeras ediciones que tengo porque mi padre o mi madre, jóvenes entusiastas, las compraron en su momento: De perfil, El apando, cosas así.
¿Pensamiento mágico o rigor científico?
Nada de pensamiento mágico. No creo en dioses, no creo en la "literatura" ni el arte, no creo en la homeopatía, los ovnis, los fantasmas, Televisa, la bondad humana, la naturaleza, la energía, el magnetismo, el marxismo, las flores de Bach, la vibra, el liderazgo, la voluntad, la mejora continua, las constelaciones, los chakras, el fut, jodorowskis, el libre mercado, el cosmos, el espíritu, la maldad, la reencarnación, el eterno retorno, las pirámides, el solsticio, la estética, el éxito, los sueños, el I-Ching, el Mictlán, el Imperio, la Virgen, nada, no creo en nada de eso.
Para la escritura, ¿ruido o silencio?
Musiquita, sin letra y hasta sin línea melódica. O silencio, el ruido ambiental del lugar donde esté. Ya no creo en aquellos rituales de escritura, antes sí pero ya no. Me gustan como relato, pero cuando quiero escribir, casi da lo mismo el entorno.
¿Con qué estimulante atiza a la musa cuando anda lenta?
No creo en la musa, tampoco. Si la pregunta en verdad pregunta eso, digo que con ninguno: leer otras cosas me sirve para escribir, a veces nada me ayuda más que leer otras cosas y robarme líneas de ahí. Marlboro rojos.
¿Ha usado la trama de alguno de sus libros para ajustar cuentas con algún enemigo? (en caso de que los tenga, porque acá, asumimos, somos todos gente de mucha paz)
Ajá. Algún cuento de hace años, para vengarme candorosamente de una serie de funcionarios culturales nefastos con los que me tocó lidiar unos meses de mi vida. En Be y pies aparecen dos empresarios imbéciles y gandallas que encarnan para mí a unos cuantos tipos, conocidos y no, que a su vez encarnan mucho de lo detestable del neoliberalismo a la mexicana. Y en fin, justo en el texto que publicó VICE en el Especial de Ficción 2016 intento por primera vez parodiar una escritura que desprecio.
¿Cree en el talento, en el esfuerzo o en ninguno?
Ya dejé en claro que no creo en nada.
¿Qué artículos descansan sobre su mesita de noche?
Una carpetita que era de mi abuela paterna, tres libros que están ahí para que un día los lea (uno sobre afasia de Sheila Hale, los diarios de Kafka) o los relea ( Palinuro) pero que más bien sostienen la lamparita de noche; mi reloj, y lo que realmente estoy leyendo, revista o libro.
¿Por qué cuesta tanto trabajo escribir bien sobre sexo?
A veces, por esa idea ridícula de que existe por un lado el sexo (o la pornografía) y por otro el así llamado "erotismo". Quizá también por tomar el asunto como un programa de trabajo o una obligación: ¿"escribir sobre sexo"? ¿Se escribe "sobre" algo?
¿Con que género artístico distinto a la escritura dialoga su obra?
Con la música, ojalá.
¿Cuándo fue la última vez que pensó que iba a morir?
Hace poco más de cuatro años. Las circunstancias no le importan al público lector.
¿Qué libro le parece más sobrevaluado? ¿Y el más infravalorado?
Muchos. Tantos, que no sé si tenga caso entrarle. A ver, suelto no libros sino nombres para mí sobrevaluados: Tabucchi, Mutis, García Márquez, Elizondo, Martin Amis, DeLillo. Etcétera. Infravalorados también muchísimos. Caso actual: la gente del grupo Diáspora(s).
¿Qué autor o autora le gustaría mantener en secreto por siempre?
Samuel Walter Medina.
¿Roba libros? ¿Cuál fue el último?
Leve. No de librerías. Uno de mis mejores amigos es librero y estoy un poco harto del discursito romántico sobre el robo de libros (por ejemplo, esta pregunta). Robo en el sentido de no devolver alguno que me prestan. El último: El cansador intrabajable (ii), de Claudio Bertoni.
¿Qué opina de los apoyos del estado a los autores? Disfrácese de gestor por un inciso: ¿qué arreglos le haría a los sistemas de subvención?
No muchos, me parecen un buen contrapeso a la voracidad del mercado, a su rollo de competencia y éxito como de película gringa de fut americano. No sé cómo, pero habría quizá que balancear en ellos cierta tendencia a favorecer el puro empeño, la pura constancia, ese tesón del "profesional" que presume las 40 cuartillas diarias, los 8 borradores destruidos.
¿Si se le daña el disco duro irremediablemente, lo consideraría una tragedia o un alivio?
Sepa. Creo que Eugenio D'Ors decía que cada diciembre quemaba la mejor o las mejores páginas que hubiera escrito ese año. No está mal la idea.
¿Por qué son tan fallidas las campañas del estado para promocionar la lectura? Invéntese un eslogan.
Odio los eslóganes, así que no. Son fallidas por muchas cosas, una de ellas el hecho de que todos quienes las conciben, ejecutan, gestionan, etcétera, son los últimos en leer.
The FBI Has Reportedly Been Investigating Trump's Alleged Russian Support for Months
It doesn't look like the president-elect's Russia problem is going away anytime soon. On Wednesday, McClatchy DC reported that six law enforcement and intelligence agencies—including the FBI, CIA, and NSA—have been conducting an investigation into how Russia may have secretly paid hackers in the US to influence the election. Perhaps more explosively, investigators are questioning whether or not anyone close to Trump's campaign knew about such efforts.
The inter-agency group—which also includes members of the DOJ, the Treasury Department's Financial Crimes Enforcement Network, and the Office of the Director of National Intelligence—was put together back in the spring in an effort to investigate Trump's possible ties to Russia. (That timeline indicates that the investigation has nothing to do with more recent news reports centered on unconfirmed and wild claims of Russian operatives possessing compromising information on Trump.)
In recent months, the group's goal has shifted to finding out who financed the DNC hacks and how the money got to the US, according to two sources close to the matter. Investigators are looking into allegations that the Russian government may have gotten money to hackers in the US via a program used to pay Russian American pensioners. The group is also looking into the possibility that money was passed between intermediaries, and then ultimately to the hackers.
Additionally, investigators are looking into a few people close to Trump's campaign and businesses, as well as Russians who might have had connections to the president-elect. Trump has repeatedly denied having anything to do with Russia, though he praised Putin during the campaign.
Earlier this month, the US intelligence community released a declassified report officially determining that Russian president Vladimir Putin was behind the hacking of Democratic Party emails and did so in an effort to "undermine faith in the US democratic process."
Une soirée chez les conservateurs
On sait que les médias sont en crise. On peut voir ceci, notamment, à ce qu'on demande à quelqu'un comme moi de couvrir le débat à la chefferie du Parti conservateur. Je n'ai, à mon crédit, que l'entretien d'un blogue, pour lequel VICE m'a traité d'« hostie de baveux », et une vague expérience en politique fédérale qui a consisté à arriver en quatrième position dans les deux élections où je me suis présenté.
En effet, j'ai été deux fois candidat pour le NPD du temps où le parti était un peu à gauche. Depuis, un libéral en est devenu le chef et j'ai publié un livre intitulé Fuck le monde; comme on dit, nous sommes partis chacun de notre bord. Bref, je ne suis ni journaliste ni conservateur. Je suis un imposteur qui profite de son anonymat et qui s'offre un voyage en pays étranger.
Centre des congrès de Québec, 18 h 30. J'arrive à l'heure, c'est-à-dire après tout le monde. Les 13 – 13! – candidats attendent de faire leur entrée. Steven Blaney se présente aux autres en tant que « Member of Parliament ». Il a l'air de trouver ça aussi drôle que moi, mais pas pour les mêmes raisons. On finit par me dire que l'entrée pour les quidams – partisans, journalistes – est plus loin.
J'entre dans la salle, et retenez ça, les jeunes : c'est plein. Tout le monde en costard, sauf les partisans de Rick Peterson, qui ont un t-shirt à son effigie comme Safia Nolin en a un de Gerry Boulet. Faudra leur expliquer à quoi ils s'exposent.
Je navigue le mieux possible dans la foule en tentant d'éviter Sylvie Boucher, la candidate qui m'a battue aux deux élections que j'ai faites. La première fois, elle a fait des entrevues dans tous les médias pour dire qu'elle ne croyait pas à ça. La deuxième fois qu'elle a gagné, c'est nous qui ne croyions pas à ça.
Les tables attribuées aux médias sont pleines, mais je finis par me trouver une place à côté d'une journaliste de Radio-Canada; on la reconnaît notamment à ce qu'elle passe toute la soirée sur Twitter. Bon, je ne me plaindrai pas du non-accueil; quand on se souvient de la manière dont les conservateurs traitaient les journalistes, je m'attendais à être parqué dans un enclos ou encore à errer sans but dans un univers hostile.
Les candidats font leur entrée. Applaudissements polis pour la plupart. Maxime Bernier entre : hourras nourris, suivis de quelques huées. Diable, des gauchistes ont-ils noyauté la place? Mais non, ce sont les partisans de Steven Blaney, qui entre à son tour : c'est le délire. Il a au moins le tiers de l'assistance, peut-être plus. On va bien s'amuser.
Les candidats se présentent et l'animatrice énonce les règles. Il y aura 50 secondes pour répondre à chaque question; le gars qui coupe le son des micros est super tight. Il y aura aussi deux droits de répliques à prendre dans la soirée. Kellie Leitch – ou était-ce Lisa Raitt? – utilise un droit de réplique dès la présentation des candidats pour une attaque virulente à l'endroit de Maxime Bernier. Dans la salle, c'est la stupéfaction :
– Qu'est-ce qu'elle a dit?
– J'ai rien compris, et toi?
– Non plus. Qui a parlé?
– Je sais pas, j'ai rien compris.
Le format ne permet pas d'approfondir beaucoup les sujets. Les prétendants passent leur temps à renvoyer à leur site internet, mais, de manière générale, peu importe le sujet, il y a dix candidats qui sont d'accord et deux dissidents. Ils sont tous pour un contrôle sévère de l'immigration, sauf Deepak Obhrai et Michael Chong. Ils sont tous d'accord pour augmenter le nombre de membres, mais les deux femmes sont les deux seules à trouver que ça manque de femmes. Ils trouvent tous que le prochain chef devrait être bilingue, sauf les deux qui ne parlent objectivement pas français. Ils veulent tous maintenir la gestion de l'offre en agriculture, sauf Maxime qui est fidèle à son néolibéralisme idéologique. Ils veulent tous réduire les impôts tout en augmentant les budgets de l'armée et du renseignement; sur ce point, chacun est son propre dissident.
Mais voyons un peu qui est sur scène, dans l'ordre des belligérants.
1. Chris Alexander. Vous vous souvenez de ce petit garçon syrien mort atterri sur une plage? Il s'appelait Alan Kurdi. Chris Alexander était ministre de la Citoyenneté et de l'Immigration quand on a refusé l'asile à sa famille. Il a été vu récemment dans un rallye ultraconservateur en Alberta où, pendant son discours, la foule scandait à l'intention de la première ministre néo-démocrate Rachel Notley : « Lock her up! » Oui, ça devrait vous rappeler quelque chose. On y reviendra, d'ailleurs.
Il s'est distingué par son excellent français et son discours antiterroriste. Sa table était pleine de documents qui disaient ce qu'il fallait penser de différents enjeux internationaux – Syrie, Cuba, etc. – laissant penser qu'il était l'intellectuel de la gang. Personne n'en a pris.
2. Deepak Obhrai parle français comme Stéphane Dion parle espagnol, ce qui lui a d'abord valu des rires, puis de la sympathie. Pour étirer les longues secondes qui lui étaient imparties, il a commencé toutes ses interventions par « Merci, Pascale, pour votre question » avant de donner l'adresse de son site internet.
Meilleure ligne : on n'a rien compris, mais c'est déjà sur Infoman.
Deuxième meilleure ligne : « Un Canadien est un Canadien canadien. »
À sa table, des communiqués de presse. « Ils sont tous en français », me dit la dame. Il y a trop de blagues qui me sont passées par la tête pour que je puisse en choisir une.
3. Michael Chong a trollé ses adversaires en achetant des Google Ads quand on tape leurs noms; autrement, c'est, semble-t-il, un modéré, peu importe ce que ça veut dire dans le contexte.
Meilleure ligne : « Ça prend une fiscalité durable! »
Un moment de silence ici pour le concept de « durable ».
4. Erin O'Toole est un militaire de carrière et fils de politicien conservateur. J'ai pris huit pages de notes pendant le débat et je n'ai à peu près rien sur lui. Je veux bien faire comme tout le monde et promettre de manger mon article s'il gagne la chefferie.
Meilleure ligne : « S'il vous plaît, arrêtez de vous chicaner! »
C'était avant la première question.
5. Kellie Leitch a été ministre de la Condition féminine dans un gouvernement conservateur, ce qu'on appelle un oxymore. Elle a appuyé Trump à la présidence et veut faire passer un test de valeurs canadiennes aux immigrants. Elle a une espèce de trouble obsessionnel-compulsif envers Maxime Bernier, contre qui elle a dirigé toutes ses attaques, la plupart créant un malaise.
Elle s'est par ailleurs distinguée en répétant plusieurs fois qu'au moins un immigrant sur dix devrait passer des entrevues en tête-à-tête avec des agents de l'immigration. Bonjour la bureaucratie. Ses collègues avaient l'air de capoter.
6. Andrew Scheer : À la question « Comment alléger le fardeau fiscal des Canadiens et recevoir de meilleurs services? », il a répondu qu'il allait combattre la désinformation des groupes environnementalistes sur l'industrie forestière. Faites le lien comme vous pouvez.
Meilleure ligne : « Les valeurs conservatrices sont des valeurs québécoises. Il faut être bilingue. J'apprends mes subjonctifs. »
Il ne lui restera plus qu'à les enseigner à ses collègues ensuite.
7. Pierre Lemieux est un ancien militaire, notoirement pro-vie (lire : contre l'avortement) et pro-famille (lire : contre le mariage homosexuel). Il a annoncé sa candidature à la chefferie après avoir perdu son comté ontarien par plus de 10 000 voix. Il trouve que les trois valeurs que les Québécois ont à cœur sont la démocratie, la famille et la sécurité. Un frisson m'a traversé.
Meilleure ligne : « Il faut trouver des solutions gagnant-gagnant avec les Premières Nations, comme pour les oléoducs, qui sont sains et sécuritaires. »
En effet, on note à peine trois déversements par année au Canada.
8. Maxime Bernier a fait oublier ses Jos Louis et Julie Couillard – mais pas son jingle – quand il a déclaré récemment que les Chinois sont prospères parce qu'ils ont plus de liberté et moins de gouvernement (vidéo). Sa page Facebook est à suivre avec du pop-corn.
On le croyait favori, mais sa vision néolibérale très rigide le place souvent en porte-à-faux avec ses collègues et, de manière générale, il s'est fait complètement upstager par Blaney. Il veut consacrer 2 % du budget à l'armée et il s'en est pris à plusieurs reprises au « puissant cartel de l'UPA », ce qui laisse méditatif sur la notion de cartel.
Meilleure ligne : « Il faut laisser les points d'impôts aux provinces pour la santé. Les citoyens sauront alors qui blâmer [pour leurs services de marde]. »
Les mots entre crochets sont les miens, mais je ne trahis pas l'original.
9. Lisa Raitt a été ministre des Ressources naturelles, puis du Travail, puis des Transports, toutes des choses avec lesquelles les conservateurs ont une relation problématique.
Meilleure ligne : « Qu'est-ce qui empêche les gens de dormir la nuit? »
Elle a dit ça deux fois, complètement hors sujet, et ça résonnait comme une incantation brechtienne : « What keeps mankind alive? » Bon, je suis un peu dans ma tête, mais faut bien se réfugier quelque part.
10. Steven Blaney : Je venais voir le cirque Bernier, on a eu le festival Blaney. Chacune de ses interventions était épique et se terminait par des cris qui rencontraient les hourras de ses partisans. Ses propos étaient toutefois décousus, chaque phrase semblant étrangère à celle qui la précédait : « Pour élargir la base électorale au Québec, c'est évident, il faut un chef du Québec! D'ailleurs, Jean Cauchy est ici ce soir, c'est un vétéran de la Deuxième Guerre mondiale, il a 93 ans, il a pris l'autobus, LEVEZ-VOUS MONSIEUR CAUCHY! »
Meilleures lignes :
« Un terroriste est un terroriste terroriste. Je suis pas wishy-washy. »
« Andrew [Scheer], nos collègues sont partis sur une chire [rires gras des partisans], je t'ai jamais vu te lever pour la gestion de l'offre, et d'ailleurs je suis en faveur d'un troisième lien! ÇA NOUS PREND UN TROISIÈME LIEN! »
Je n'ai pas fait le lien, justement, mais j'ai vraiment failli crier « Chou! »
11. Rick Peterson. À part les gaminets de son équipe, Peterson se distingue en répondant sur tous les sujets – immigration, Premières Nations, etc. – qu'il veut complètement abolir l'impôt des entreprises.
Question : « Devrait-on révoquer la nationalité des terroristes? »
Réponse : « Il faut abolir l'impôt sur les sociétés. »
Meilleure ligne : « J'ai vu Rambo Gauthier à Tout le monde en parle. »
12. Brad Trost se présente comme 100 % conservateur, « social et fiscal ». Je crois qu'il veut suggérer par là qu'il est plus à droite que son parti, ce qui ne laisse pas d'inquiéter. Il veut limiter l'immigration venant de pays qui encouragent l'islam radical.
Seule ligne : « Je suis 100 % conservateur. »
13. Andrew Saxton. Alors que tous ses collègues tentaient de nous convaincre que la sécurité était menacée par le terrorisme international, il a été le seul à souligner que le Canada était le seul à n'avoir pas connu d'attaque d'envergure menée de l'étranger. Ceci est passé complètement sous le radar, comme la plupart de ses autres interventions.
Apardetsa, j'ai reçu un communiqué tout de suite après le débat qui disait : « Saxton met en lumière le leadership économique au débat du Parti conservateur », ce qui était rigoureusement impossible vu le format.
14. Était absent : Kevin O'Leary est né à Montréal; il ne parle donc pas français et a préféré attendre après le débat de Québec pour annoncer sa candidature. Andrew Coyne, du National Post, a qualifié sa personnalité de « glib and outrageous ». En tant qu'ancien participant à la version anglaise de Dans l'œil du dragon, il a la double qualité d'homme d'affaires et de personnage de téléréalité. Tout ça nous rappelle vaguement quelque chose.
Oh wait.
Non.
Non non non non non.
El beat de la guerra silenciosa: algunas personas nos cuentan cómo fue el tiroteo del BPM
Cuando el tiroteo empezó, todos los bares estaban llenos porque eran las últimas horas del festival BPM. "Nuestro bar está a diez metros del Blue Parrot. Yo estaba en la barra cuando afuera empezaron los gritos y la alerta por los disparos. Me volteé y vi cómo una multitud corría calle arriba, hacia el (bar) Mandala, hacia la (calle) quinta. Decidimos bajar la cortina, con toda la gente adentro", explica María, que no se llama así, pero que así llamaremos por seguridad. Todos los nombres que aparecen en este artículo han sido cambiados, salvo cuando se indique.
Uno de los meseros había quedado del lado de afuera de la cortina y pudo ver el caos: "Eran como las tres de la mañana cuando vimos que una multitud empezó a correr. Entonces escuché las detonaciones. La gente corría con desesperación, asustados. Como turba se metieron todos los que pudieron para adentro de nuestro bar antes que bajáramos la cortina. Muchísimos. Yo no sé de dónde salió toda esa gente. Los que quedamos afuera nos tiramos al suelo y buscamos dónde resguardarnos. Todo pasó tan rápido, fue momentáneo", explica Esteban, que estaba presente en la madrugada del lunes 16 de enero.
El BPM es un festival de música electrónica que comenzó a celebrarse diez años atrás, para recibir el año en las playas del caribe mexicano. Uno de los más grandes del género, que reúne a casi 300 DJs durante los diez días de fiesta. Este año el día seis fue clausurado por las balas. El Blue Parrot fue uno de los primeros antros en establecerse en Playa del Carmen, hace 30 años: su puerta está al final de la calle 12, por dónde se accede al bar, sobre la playa. "Balacera en la doce", fue la frase que rompió la calma, más aparente que real, del pequeño paraíso para los amantes del beats per minute.
El reporte que emitió al día siguiente la Fiscalía General de Justicia, publicado por el medio local Playa Ahora, da cuenta de cinco personas fallecidas a raíz del tiroteo que ocurrió en la puerta de ingreso del Blue Parrot. Tres de ellos eran parte del staff del BPM —Kirk W, canadiense; Daniel P, italiano; Geovanni R, mexicano originario de Veracruz— y las otras dos personas, asistentes del festival: Rafael P, mexicano, originario de Veracruz y Alejandra V, estadounidense. Otras 15 personas fueron heridas de bala, de las que hay entre una y tres heridas de gravedad, según distintos reportes.
La justicia localizó 20 casquillos gatillados en el lugar, pertenecientes a tres tipos de balas distintos (seis calibre 38 super, ocho calibre 9 mm y otros seis casquillos calibre 380), además de un revólver Taurus calibre 38.
Cuatro horas después del tiroteo, los organizadores del festival emitieron un comunicado en el que informaron sobre cuatro fallecidos (el quinto, Rafael Peñaloza murió en la emergencia del IMSS 18) y confirmaron la muerte de tres de sus trabajadores. "El acto de violencia inició en Calle 12 frente al club y tres miembros del equipo de seguridad de BPM están entre esas vidas que perdimos, mientras trataban de proteger a los asistentes en el interior de la sede".
Según los reportes iniciales, Alejandra, la chica estadounidense, falleció aplastada por la turba que salió huyendo del lugar. Fuentes explicaron que cayó al piso luego de recibir un impacto de bala en una pierna, pero es un dato que este medio no logró confirmar.

Soldado salta de tanque. Tras la balacera en la Fiscalía General del Estado y el centro de comando y vigilancia del C4 en Cancún, se activó el código rojo en esa localidad del municipio de Benito Juárez. Dos días antes otra balacera causó 5 muertos y 15 heridos en el Festival BPM en Playa del Carmen, municipio de Solidaridad.
Comprar: por qué el festival era intocable
"Mi novio y yo llegamos al festival el primer día porque nos mama la música. Por internet se venden las entradas de tres días, de siete o para los diez días que dura el festival. Las de diez días costaban 15 mil pesos (unos 700 dólares) pero nosotros nos rifamos y fuimos a la puerta a ver si conseguíamos entradas de reventa. 2100 pesos por persona (cien dólares) nos costaron las entradas. Había un chingo de drogas, coca, mota, tachas, perico. La mitad de la gente que estaba en el lugar las vendía. Y todo estaba súper carísimo, desde las aguas chiquitititas esas, que costaban 150 pesos, hasta estos weyes que vendían y se estaban rayando bien cabrón de dinero", relata Analía, para recrear el ambiente que vino a intervenir el tiroteo.
"Todos los días que salimos pasó lo mismo: se agarraban a putazos porque los de un cartel topaban a un wey que estaba vendiendo drogas, pero no era de la compañía. Ellos vendían su material en bolsitas de cierto color. Si traías bolsa de otro color, te la hacían súper de a pedo. Tengo amigos que llevaban sus propias drogas de afuera, y se tenía que andar cuidando para que no los vieran tomándolas".
El Chino tenía 20 años cuando empezó a vender drogas para "Los Pelones". Su entrevista de trabajo fue en la cárcel. El jefe estaba preso. Los Pelones respondían a una especie de coalición que los otros grandes cárteles del país habían armado para combatir el avance de los Zetas, el cártel surgido en Nuevo León y Tamaulipas, creado por ex militares de un cuerpo de élite del Ejército Mexicano, que habían llegado a Cancún cuatro años antes. "Primero se empezaron a comer a los jefes de gobierno, alguno que aparecía decapitado o que tiraron el avión privado en que viajaba un funcionario", recuerda El Chino de ese momento, cuando aún era un adolescente de Preparatoria.
En Noviembre del 2012, el Chino pagaba a Los Pelones siete mil pesos por un kilo de mariguana y lograba revenderlo en doce mil. El cártel funciona para él y el resto como un mayorista que distribuye el producto entre los vendedores chicos. Ese mismo kilo que el cártel les vendía a siete mil, explica ahora, costaba entonces mil quinientos pesos en la Ciudad de México. El precio lo ponía el distribuidor. "Por eso la droga era tan cara en Cancún o en Playa del Carmen, por eso alguien llegaba a pagar mil pesos por un gramo de perico hace cuatro años."
A él le tocó ir a vender al BPM cuando trabajaba para Los Pelones. "Yo estaba apalabrado para poder surtir. Más bien, lo que tenías era tu punto de venta, en dónde podías estar y en dónde no. Todo el festival estaba dividido, de tal parte tal y de este, aquel otro. Puedes vender en dónde sea, siempre que sea una zona establecida".
¿Qué pasaba si te agarraban fuera de zona? "Había ojos por todos lados que te sacaban, pero yo no me dedicaba a eso, yo sólo vendía; Para eso están los de la seguridad, para levantar, golpear y amedrentar. Si te agarran vendiendo te llevan a otro lugar, pero con mucha discreción. Ese año, tenían cuartos con gente encapuchada dentro de los bares, en dónde te metían si te agarraban vendiendo material ajeno. Nunca era algo público, porque no les convenía hacerse mala publicidad. Por eso creo que lo del Blue Parrot no fue algo planeado, porque no le conviene a nadie".
Explica el Chino que en la fiesta BPM que le tocó trabajar "podías vender al precio que quisieras. Yo hacía 50 baros en cada noche (50 mil pesos, casi 2500 dólares hoy, más en ese momento con el peso más fuerte) y siempre se me acababa la mercancía. Vendía todo el material en seis o siete horas, aún con el precio inflado. Y eso lo puedes hacer porque todos compran. Y compran porque compran, porque no les queda de otra. Aunque en esas fiestas esté todo controlado, todo el mundo vende".
¿Y la policía? "Se hacía bien pendeja. Cuando me tocó que me pararan a mí, le mencioné a alguien que me daba su respaldo y no pasó nada. Ese negocio lo pagan los chonchos, eso ya viene de más arriba. Tú llegas a fiestear con tu material y un nombre o una clave, que indica para quien estás trabajando y que no haya pedo".
¿Y los dueños de los bares? "No les queda de otra. En mis tiempos, hace cuatro años todos tenían ya que pagar cuota. Voy a entrar a tu bar a vender y por vender, me vas a tener que pagar".
Explica que él no estuvo presente en el momento del tiroteo del Blue Parrot, pero sí se mostró sorprendido, porque le pareció que armar ese desmadre es como matar a la gallina de los huevos de oro. "Todo cambia con el paso del tiempo; Playa siempre fue un punto muy controlado en que no pasaba nada, pero hoy ya matan en la zona. Y yo creo que les valió verga que el lugar estuviera controlado por otro cártel, quisieron meterse y se armó la machaca". Dice que él dejó de vender porque el ambiente se estaba tornando muy violento. "Por más que estés como patrón, no puedes estar tranquilo al final".

Ex –vendedor del BPM camina en Cancún durante entrevista. La entrada del Grupo delictivo Los Pelones, en Quintana Roo desató una guerra silenciosa contra los Zetas, en un territorio totalmente turístico. El Cártel de Golfo, según el informe de la National Drug Threat Assessment Summary (DEA) es el que opera en Quintana Roo. Tras el tiroteo que dejó cinco muertos y 15 heridos en Playa del Carmen durante un festival electrónico, al día siguiente aparece una manta firmada por "El FayoZ vieja escuela" en donde se adjudica el ataque mencionado.
Violencia ¿cotidiana?
A pesar de que la primera versión del gobernador de Quinta Roo fue argumentar públicamente que la causa de la balacera fue una riña entre particulares, para María y Esteban, que trabajan desde hace buen tiempo en la zona de bares de Playa del Carmen, no hay dudas de que el tiroteo fue ocasionado por la venta de drogas.
"Supimos que al vato que disparó no lo dejaron entrar. La seguridad del Parrot la hacía gente contratada por el festival y supongo que ellos están más preparados para algunas situaciones. Pero los que venden están acostumbrados a entrar a todos lados como Juan por su casa. Entonces, cuando a este vato no lo dejaron entrar, se fue, regresó con otro y tiroteó el lugar", explica María.
Sigue Esteban: "La puerta del bar, dónde dispararon es una bajada a la playa. Algunos comentan que el ataque estaba planeado, pero no sé si creerles. Dicen que es una pelea por la plaza y que los disparos fueron porque no los dejaron entrar a vender al Blue Parrot, pero yo siento que fue una pelea entre narcos. Todo pasó afuera, pero como la entrada es de rejas nada más, las ráfagas llegaron hasta la parte de adentro."
Estrictamente, nadie en Playa del Carmen, ni en Cancún, ni siquiera en Tulum, cree que lo sucedido no haya sido un conflicto de drogas y mucho menos después que una "narco manta" se atribuyó la autoría del ataque armado.
El martes 16 de enero, en la colonia Ejidal de Playa del Carmen, —en la Avenida 85 y 90 con 11 Sur, según el medio local Playa News— amaneció colgada una sábana con un mensaje escrito en aerosol: "Esto es una muestra de que ya estamos aquí fue por no aliniarte PHILLIP -BPM, es el inicio vamos a cortar las cabezas de Golfos, PELONES y chapulines, Atte el FAYO - Z de la vieja ESCUELA (sic)".
Esa mismo día, Cancún sufrió al menos dos balaceras simultáneas, en las que un grupo armado rafagueó a tiros una plaza comercial en el borde de la zona turística y también, la sede de la Fiscalía General de Justicia, en donde tres personas fueron asesinadas y varias resultaron heridas.
"Estuvo bien feo, recibimos mensajes de que había cinco balaceras a la vez, pero algunas no eran verdad. Hubo mucho ruido en las redes porque la gente también comparte cualquier mamada", explicó una residente de Cancún, que pidió anonimato y a quien llamaremos Laura.
Una hora por carretera separan a Playa del Carmen de Cancún. Solidaridad es el municipio que alberga a Playa y Benito Juárez el de Cancún. Su proximidad obliga a cuestionarse si los tiroteos de Cancún tienen que ver con lo sucedido en el Blue Parrot.
"A lo mejor sí tiene que ver. Cancún ha estado muy feo, pero hasta ahora habían sido más discretos con las balaceras y los ejecutados. En lo que va del año, aparte de la de este martes, sé que ha habido otras tres más", explica Laura. El problema, cree, es que las noticias también se difunden con un poco de miedo de que, como ocurrió con el tiroteo en el BPM, las imágenes se vuelvan virales y "todo este pedo se vaya a la mierda".
Por lo pronto, ya se anunció que el festival BPM no volverá a realizarse en Playa del Carmen.
Para Héctor Valdés, periodista de larga data, responsable del portal Tulum en Red, el problema está en que la racha de violencia se está radicalizando. "El norte del estado de Quintana Roo siempre ha tenido chispazos de violencia y la presencia de al menos tres cárteles: los pelones, los zetas y el del golfo, pero que hasta ahora estaban conviviendo permanentemente. Aparentemente, se trataría de una pugna iniciada por los Zetas para recuperar posición a nivel nacional, luego de haberse debilitado."

Poste marcado con una letra zeta y manchado de sangre. La guerra silenciosa por la plaza turística en Quintana Roo comenzó con la entrada del grupo Los Pelones, en territorio controlado por Los Zetas. "Las balaceras, mutilados, extorciones y alcaldes acusados de vínculos con cárteles (como el ex alcalde Gregorio Sánchez, preso por sus vínculos con el narcotráfico) no son temas nuevos en Cancún, sólo que ahora son temas públicos", afirma una residente
No es menor lo que señala Valdés cuando dice "aparentemente". Cualquier lector con el ojo un poco aguzado debería desconfiar de la información vertida en estos párrafos acerca de la lucha intestina de las organizaciones criminales que altera la vida de las localidades de la Riviera Maya. Allí, y no sólo allí, todo lo que tiene que ver con el narco está cubierto por una capa gris de duda, como cuando se mira a través de un vidrio esmerilado, que apenas se distinguen las siluetas difusas de los que están del otro lado. Para el periodismo esto es un reto doble, ya que el mundo narco le impide realizar el ejercicio básico de su tarea: confirmar la información que se recibe como un dato, con otras fuentes independientes. Todo es un cuento a medias, que rara vez tiene un autor original o un participante directo en los hechos relatados.
El periodista de la península agrega que en la misma noche del ataque al Blue Parrot, se produjo una balacera en la Región 209, uno de los barrios populares de Cancún, en la que dos personas fueron asesinadas. Y como esa, hace dos meses, el portero de un bar fue ultimado mientras trabajaba. Incluso a Tulum llegó la violencia, cuando también fue balaceada una rave en el cenote llamado "Dos Osos", en setiembre pasado.
Para Valdés todo tiene que ver con que Quintana Roo no tiene una política de seguridad sólida que contenga el avance de la delincuencia organizada y también, por la descoordinación que se da entre los niveles de gobierno, que tienen distintos tintes partidarios.
Mientras tanto, las directoras de la policía turística, Dulce Yuridia Ortega Gómez y de la policía de y tránsito Diana María Ortiz Echeverría fueron cesadas de su cargo horas después del ataque en el Blue Parrot, sin haber llegado a cumplir ni tres meses en la función pública. Habían sido nombradas por Cristina Torres, la alcadesa de Solidaridad, el municipio al que pertenece Playa del Carmen, en octubre pasado. Fuentes indicaron que por las redes sociales circula una fotografía de ambas, luciendo playeras con el logo del BPM, dada su estrecha colaboración con la organización del festival.
La investigación oficial se vio obligada a contemplar el elemento narco en la cuestión. Según anunció el fiscal de Quintana Roo, Miguel Ángel Pech Chen, las principales líneas que sigue la justicia son dos: que se trató del cobro de piso por parte de un grupo criminal; o que se trató de un conflicto entre narcomenudistas.

Una gaviota vuela sobre una de las tres playas públicas de Cancún, en el municipio de Benito Juárez. El alcalde de Benito Juárez, Remberto Estrada pidió que los "cancunences mantengan la calma" tras la balacera en la Fiscalía y el centro de vigilancia C4 de Cancún, Benito Juárez que dejo tres muertos, que se suman a los 5 muertos y 15 heridos del tiroteo en Playa del Carmen, Solidaridad durante la madrugada anterior.
Sólo el Blue Parrot permanece clausurado y el resto de los bares en Playa del Carmen ha vuelto a su relativa normalidad, "o que pareciera normal", explica Carlos, que también vive en la localidad bañada por el Mar Caribe. "El tránsito sigue fluyendo, el turismo sigue llegando, el movimiento no ha mermado, pero la noticia ya recorrió el mundo y de alguna manera va a afectarnos".
Carlos explica que los locales se dividen entre la explicación de una riña entre particulares que se fue a más y un conflicto entre narcomenudistas que acabó a los tiros. Para Esteban y María, su experiencia cotidiana los inclina hacia la hipótesis de una pelea por el comercio ilegal, porque desde hace un tiempo se volvió cada vez más frecuente que en las calles de Playa del Carmen se vendieran drogas a plena luz del día. Explica María: "vas con tu familia y te ofrecen, entras a un bar y te ofrecen. Nadie duda que el tiroteo fue ocasionado por un problema de drogas. Me preocupé al ver a la gente entrando en pánico a nuestro bar, pero creo que en algún momento tenía que pasar. Me sorprende hasta qué punto ha llegado la situación. Trabajando en los bares se ve como la gente saluda a los que venden drogas como si fueran sus amigos, eso a mí, me causa impotencia. Sí ellos están ahí, es porque les compran. Todos se quejan del gobierno, pero también son parte de esto. Yo no consumo ni compro y aun así me siento parte. Veo cómo venden y cómo se meten a la barra a pedir una cerveza cuando pasa la policía; y también veo cómo la policía les revisa hasta el celular a los que no tienen nada que ver. Están súper coludidos, jamás los van a agarrar", explica María.
¿Nunca han intentado echarlos del bar? Responde Esteban, también trabajador de un bar de Playa: "Es que son muchos. En todos lados hay, todos los días están activos. Tengo cinco años trabajando en este bar, y cuando llegué no había esta cantidad. Encontrabas dos o tres personas vendiendo en la calle, pero en los últimos dos o tres años se expandió. La gente los demanda, es a eso a lo que vienen la mayoría de los extranjeros de todo tipo".
¿Es una fiesta de drogas entonces? "Sí", responde María. "Así como hay jaladores para meterte al bar, hay jaladores que te ofrecen drogas. Es súper descarado todo eso. Y si no les pagas, llegan y te cierran el bar. En el que trabajo hay como siete vatos vendiendo y eso que es un bar chiquito, en el que entran 300 personas como mucho. Pero a nosotros nos pesa y nos da mala imagen. Hasta a mi familia le ofrecieron las veces que me fueron a visitar a mi lugar de trabajo".
Ambos coinciden en cómo son morritos, jovencitos locales, de entre 17, 18, capaz 20 años, la carne de cañón de esta tarea callejera. Son la cara visible de una organización de la que no se conocen límites. "El rollo es que no tienen ley, no obedecen a nadie. No hay forma de negociar con ellos. Era insostenible que el gobierno del estado negara que el tiroteo tuviera que ver con esto, ¿cómo se hacen pendejos si saben que en cualquier baño venden drogas? Su doble moral era evidente".
Conocemos a uno de los hechiceros más famosos de Indonesia
Este artículo se publicó originalmente en VICE Indonesia.
El pasado noviembre, la Cámara de Representantes de Indonesia (DPR) propuso ilegalizar a los dukun santet, o hechiceros oscuros, a través de una polémica serie de medidas que los críticos han calificado de estrafalario intento de legislar lo sobrenatural.
Según la nueva legislación, que se incluyó en el Código Penal del país mediante una actualización, cualquier persona que afirmara tener la capacidad de realizar conjuros con fines malvados o vengativos sería considerada ilegal. Curiosamente, la ley penaliza la tentativa, no el acto en sí mismo. Esta es la tercera vez que el gobierno propone una ley para regular la magia negra. Los intentos anteriores no prosperaron debido a que los legisladores tenían serias dudas respecto a cómo exactamente se suponía que la policía debía demostrar la existencia de santet (magia negra).
"Lo que queremos es ilegalizar a las personas que afirman poder hacer magia negra", declaró Arsul Sani, legislador miembro de la comisión de derecho y justicia del DPR. "Se declarará culpable a toda persona que diga serlo. Respecto al acto en sí mismo, eso es más difícil de probar".
Es difícil, pero no imposible. La creencia en la brujería está tan extendida en Indonesia que algunos dukun son tratadas como una especie de celebridades místicas. Según los rumores, expresidentes como Gen. Suharto, figuras prominentes de la política y poderosos empresarios acuden regularmente a chamanes y curanderos en busca de ayuda y con frecuencia les pagan sumas cuantiosas por los servicios prestados.
El Consejo Indonesio de Ulema (MUI), principal organización islámica del país, intentó acallar la creencia en la magia negra emitiendo una fatua contra esta práctica, mediante la cual la brujería se declaraba haram (prohibido en árabe). Sin embargo, esta medida no logró calar en la mente de los musulmanes indonesios. Un estudio del Pew Research Center realizado en 2012 reveló que el 69 por ciento de los musulmanes indonesios creía en la brujería.
En ocasiones, la creencia en la magia negra puede tener consecuencias mortales en la vida real. A finales de los noventa, se produjo en el país una sangrienta y misteriosa caza de brujas que se saldó con más de cien muertos. En Java Oriental, los residentes de la ciudad de Banyuwangi atrancaron las puertas de sus viviendas y organizaron patrullas para defenderse de los "ninjas" con máscaras negras que aparecían en plena noche dejando a su paso los cuerpos desmembrados o decapitados de los dunkun santet.
Pese a que las cazas de brujos son poco frecuentes en la Indonesia actual, todos los años se sigue dando algún caso de muertes de hechiceros. En marzo de este año, una mujer de setenta años fue asesinada y descuartizada por una turba de 30 personas en la isla de Sula. Los lugareños estaban convencidos de la que anciana había realizado un hechizo de magia negra contra un hombre haciendo que enfermara. Los curanderos tradicionales no lograron sanar al hombre, que pidió que lo llevaran en presencia de la anciana. Una vez allí, el hombre perdió el conocimiento. Al día siguiente, la mujer apareció muerta: la habían descuartizado con un machete.
Esta es la razón por la que los políticos indonesios se toman el asunto tan en serio. Arsul, uno de los legisladores que colaboró en la elaboración del borrador de la ley, me aseguró que incluso el hecho de bromear sobre el tema es motivo suficiente para meter a alguien en prisión.
"No se puede hacer bromas sobre eso", añadió. "Si lo haces, te arriesgas a una pena de cárcel".

La polémica ley tiene una profunda historia en el país. La primera vez que las autoridades abordaron el tema fue durante la década de 1990, pero la medida pronto acabó siendo objeto de debate en las salas de la Agencia Nacional para el Desarrollo de la Legislación (BPHN), donde sus detractores argumentaban que resultaba imposible ilegalizar la magia negra sin antes llegar a un consenso sobre su existencia.
El tema volvió a aparecer en 2013, suscitando nuevamente un encendido debate. Finalmente, los legisladores decidieron sacarlo a la luz en prensa para medir las reacciones, pero aún habrían de pasar tres años más para que la propuesta volviera a ponerse encima de la mesa.
La aprobación de las medidas podría suponer una merma económica para los hechiceros de magia blanca de Indonesia que se dedican a contrarrestar la brujería santet. Encontré un sitio web en el que una mujer llamada Dewi Sundari anunciaba sus servicios como hechicera blanca. La página parecía bastante de fiar, con un sello oficial e imágenes de Dewi sobre un fondo de fuego y rayos. En la web, Dewi aseguraba ser capaz de invertir el efecto de hechizos oscuros a través de un tipo de magia que estaba a caballo entre la hechicería y la curandería.
"La santet es la energía inmaterial de los objetos inanimados como un clavo, un tornillo, el hierro o cualquier otra cosa", me dijo Dewi en una conversación telefónica. "La energía se transfiere al cuerpo del objetivo para causarle daño. Existe otra versión, llamada teluh, que es la energía inmaterial de organismos vivientes, como los gusanos y los insectos. La combinación de ambas se denomina tenung".
Dewi me explicó que siempre tiene que lidiar con enfermedades causadas por la santet, una magia maligna que a menudo se utiliza como arma en disputas familiares o de negocios. Otros la utilizan para vengarse de alguien que les haya perjudicado en el pasado, afirma. Es una práctica peligrosa, pero eso no significa que el gobierno deba ilegalizarla.
"No queremos que empiecen a surgir falsas acusaciones debido a esta ley", señala Dewi. "¿Qué pasa si la persona simplemente está fanfarroneando y no sabe hacer magia negra? Está claro que hay asuntos mucho más urgentes que tratar que este. No creo que esta ley sirva de nada".
Parte de los ingresos de Dewi provienen de deshacer hechizos de magia negra, aunque afirma que esta ley no afectaría mucho a su negocio. Ella cobra según el poder adquisitivo de sus clientes, por lo que los más pobres obtienen sus servicios casi sin coste alguno.
Pero existe una faceta muy lucrativa de la hechicería indonesia, con figuras prominentes como el dukun Agung Yulianto, que tiene el sobrenombre de Ki Joko Bodo y a menudo alardea de que cobra miles de millones de rupias por ofrecer sus servicios. En Indonesia existe todo un elenco de celebridades de la hechicería, como Ki Gedeng Pamungkas, Ki Kusomo y Ki Narto, este último autoproclamado experto en metafísica.

Ki Narto
Me reuní con Ki Narto en la sala de espera de una pequeña cadena de televisión en la que presenta un programa sobre lo sobrenatural. Me recibió ataviado con un chaleco negro, una camisa de rayas blancas y rojas y gafas de montura también roja. Ki Narto es un dukun moderno, un hombre que cree que los poderes místicos son una forma de energía procedente de otra dimensión. Solo aquellos con la formación y la experiencia adecuadas tienen acceso a esa energía, si bien la barrera de acceso no es elevadísima. Él lo compara con tocar la guitarra o cocinar: cualquiera que tenga fuerza de voluntad y cierto talento innato puede convertirse en un dukun.
"La gente en general está atrapada en una mentalidad científica, pero existen cosas más allá de nuestros sentidos", me explicó Ki Narto. "Lo que podríamos llamar un sexto sentido".
Ki Narto dio un sorbo a su infusión de pétalos de flor, una bebida muy común entre los dukun. "Indonesia está plagada de falsos dukun, personas que engatusan a otras con trucos para convencerles de que poseen poderes místicos", aseguró. Él se ha labrado una gran reputación a base de desmontar mitos en la televisión indonesia. Asimismo, me expresa su desconfianza por todo aquel que anuncia sus servicios por internet: "Si fueras un dukun de verdad capaz de realizar santet, nunca recurrirías a los anuncios para promocionarte", señaló.

Obviamente, Ki Narto me aseguró que posee habilidades especiales y me mostró una foto en su móvil de una keris -una daga tradicional indonesia- que se sostenía en posición vertical. Se trataba de una de sus dagas, una reliquia imbuida de poder metafísico. "Yo soy capaz de hacer eso", me dijo.
Le pregunté si podía hacerlo delante de mí. Ki Narto cogió la keris e intentó hacer que se sostuviera sobre la punta. "Espero que funcione", dijo. "¡Vamos, quédate de pie!".
La daga se cayó de inmediato. Ki Narto lo probó sobre la mesa, el suelo y, finalmente, sobre una mesilla baja situada en el centro de la sala.
"Creo que ahora sí funcionará", me indicó. "Sí, parece que funciona".
Retiró las manos del cuchillo, que se mantuvo erguido, simplemente porque tenía la punta ligeramente insertada en una funda oculta tras una pila de vasos. Ki Narto mantuvo las manos alejadas y adoptó una pose supuestamente mágica. No me quedaba claro si estaba intentando demostrarme que sus poderes son reales o si esa era la forma en que los impostores intentaban engañar al prójimo.

Le pregunté si alguna vez utilizaba la magia negra. No, me dijo, al menos no a propósito. Me contó que hace años tuvo un problema con un amigo muy maleducado que puso en duda las capacidades de Ki Narto y habló mal de su institución. Un día, Ki Narto deseó la muerte a aquel hombre, visualizó su fallecimiento mentalmente y prosiguió con sus quehaceres.
"Era un hombre muy grosero, no solo conmigo, sino con todo el mundo", insistió. "Así que le pregunté a un amigo, '¿Con qué clase de vehículo se desplaza?', y me dijo que iba en bicicleta. 'Muy bien', dije, '¡Morirá en un accidente!'. Me fui a casa y lo visualicé teniendo un accidente con la bicicleta".
Años después, Ki Narto recibió una llamada: el hombre había muerto.
"Me llamó un amigo y me dijo que había muerto a causa de un accidente", me explicó Ki Narto, que recuerda que colgó el teléfono y sonrió.
Gracias a Dios, por fin está muerto, recuerda que pensó. "Conté uno, dos, tres, cuatro. Había tardado cuatro años en morir, lo que quería decir que no fue por un hechizo mío. Pero debo decirte que mis palabras pueden servir tanto para bendecir como para maldecir. Casi siempre las uso para lo primero, pero a veces de mi boca pueden salir maldiciones".
Hasta cierto punto, creo que Narto creía realmente todo lo que me había contado. Pero ¿qué le parecía la propuesta de ley? Le dije que supondría la sanción hasta de cualquier chiste sobre la santet. ¿Consideraba que era ir demasiado lejos?
"Se supone que uno no debería hacer bromas sobre atentados con bomba en un aeropuerto, ¿verdad?", me preguntó Ki Narto. "Pues es lo mismo con la santet".
Todas las fotos por Iyas Lawrence Traducción por Mario Abad.
More than 900 People Died of Drug Overdoses in BC Last Year
British Columbia's opioid crisis took 914 lives in 2016, according to new statistics released by the BC Coroner. The province's chief medical officer Perry Kendall called the revelation "surprising and disheartening."
December proved to be the deadliest month of the year, with 142 overdose deaths recorded. Fifty-one of those deaths were in Vancouver, averaging more than one per day. The new numbers make 2016 one of the deadliest years on record, stemming from a spike that began in November.
The year began with a rash of fatal overdoses, setting a record of 82 overdoses in January. At the time, officials speculated that as many as 800 could die last year. Though the pace of deaths slowed in the spring, due in part to efforts to equip firefighters with the opioid-blocking drug naloxone, the proportion of deaths where fentanyl was detected rose to 60 percent, up from 31 percent the previous year.
Read more on VICE News.
Abdullah Saeed Throws a Marijuana Mystery Party
On an all new episode of BONG APPÉTIT, host Abdullah Saeed throws a murder masquerade dinner party with cannabis-infused New Orleans classics prepared by Chef Courtney McBroom.
NSW Premier Mike Baird Is Retiring From Politics
New South Wales Premier Mike Baird announced his retirement from politics on Thursday morning, tweeting "it's been an honour to serve you, NSW." At this stage, there's been no indication who might step into the premiership. A new NSW Premier will be installed next week, after a state Liberal Party cabinet meeting and leadership spill.
Little explanation of why the Premier is stepping down was given in his resignation statement. "I have made clear from the beginning that I was in politics to make a difference, and then move on," Baird said. "After 10 years in public life, this moment for me has arrived."
While Baird's statement pointed to a number of achievements the Premier is proud of during his leadership, it includes no mention of the controversial NSW lockout laws, which he's been a strong proponent of.
Activist groups like Keep Sydney Open have strongly criticised the laws, which dictate that late night venues must close their doors at 1:30AM. Last December, Baird announced that the rules would be softened from January 2017 at "venues that offer genuine live entertainment, live performances, or art and cultural events". Laws around takeaway and home delivery alcohol have been extended from 10 PM to 11 PM across NSW.
Baird's statement also neglects to reflect on the NSW Government's now-infamous greyhound racing ban, which Baird initially championed but then discarded following heavy criticism from racing industry heavyweights. The latter policy backflip drove the once-popular leader's approval rating into decline during the later months of 2016.
You can read Premier Baird's statement in full here.
More as this story develops. Image via Flickr.
For Trans Prisoners, Access to Healthcare Remains Abysmal
Ky Peterson has been waiting to hear back about his parole request for nearly three months. Peterson—a black transgender man who is serving a 20-year sentence in a women's prison for involuntary manslaughter after killing his rapist, which he alleges he did in self-defense—submitted his request in October, along with a post-incarceration plan. According to Pinky Shear, an Atlanta-based community advocate and Ky's partner of three years, it was "extensive." It included medical and financial planning, letters from supporters, proof of housing, a job offer, a plan for continuing education, and a letter from Ky himself detailing all that he accomplished while incarcerated. Despite its thorough nature, the State Board of Pardons and Paroles has yet to render a decision—one that his supporters expected to be delivered by early December at the latest.
In the meantime, Peterson is pushing forward with a different kind of request: top surgery, a procedure involving breast reduction and chest reconstruction that more than one third of all trans men pursue, according to a 2015 survey from the National Center for Transgender Equality (NCTE), one of the nation's leading trans rights advocacy groups. If successful, Ky would become the second trans inmate in the country to receive state-funded gender confirmation surgery while incarcerated, following Shiloh Quine in California earlier this month, and he would set a statewide precedent in Georgia for those who follow. "He's determined to continue to push forward and keep fighting for trans rights in this facility," said Shear.
One could argue that Peterson's case highlights just how much incarcerated trans people's access to gender-affirming medical care has improved over the past few years. At the same time, it underscores how limited that access remains.
Trans people are subject to disproportionate levels of violence and discrimination while they are incarcerated, just as they are in the outside world. The experience of Chelsea Manning provides a notable (if not wholly representative) example—the military whistleblower, whose 35-year prison sentence was commuted by President Obama on Tuesday, has frequently been held in solitary confinement throughout her sentence. While she was allowed to wear gender-affirming clothing and cosmetics and seek speech and hormone therapy, prison officials forced her to adhere to keep her hair short as a security measure. Despite being diagnosed with gender dysphoria in 2010 and coming out as a transgender woman in 2013, Manning has had to take extreme measures—lawsuits, hunger strikes—in order to have her medical needs recognized.
More than a third of incarcerated trans adults report being sexually victimized by staff and other inmates, according to the US Department of Justice's Bureau of Justice Statistics, and 85 percent of queer and trans inmates surveyed in 2015 by the LGBTQ prisoner support network Black and Pink said they have been held in solitary confinement. Trans women—particularly Black, Latinx, multiracial, and Indigenous trans women—were one of the most at-risk groups for "protective" solitary confinement, a measure that has been linked to increases in suicidal ideation and suicide attempts among prisoners.
Attempts to access gender-affirming medical care while incarcerated often leads to difficulties for trans people. And trans inmates are far from the only incarcerated people who are systematically denied access to adequate medical care. Health care access is "abysmal" for all American prisoners, said Jason Lydon, the National Director of Black and Pink. That said, "transgender and gender-nonconforming folks experience greater inequities in all aspects of incarceration," he noted, "and that is true with respect to health care."
The 2015 NCTE survey found that nearly one in four trans people undergoing HRT prior to incarceration were denied access to hormones while in prison. While the survey did not ask respondents to specify whether hormones were withheld as punishment, Lydon said that such measures are not unheard of.
Gender-affirming care is often denied as a result of inexperience with caring for trans patients on the part of prison medical staff; for example, an incarcerated trans person who wishes to receive gender-affirming health care might first need to obtain a psychological evaluation in order to get diagnosed with gender dysphoria. The request process is often "really long" and "unnecessarily bureaucratic," according to Pooja Gehi, the Executive Director of progressive legal advocacy group the National Lawyers Guild, and it inherently privileges the will of the prison staff over the needs of the incarcerated.
Even with an evaluation, it can be hard for trans-identified patients to receive proper medical care. Sometimes, they fail to meet the exact criteria for a gender dysphoria diagnosis as laid out by the American Psychiatric Association's Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, which excludes many gender-nonconforming and nonbinary people from its parameters, and some prisons will deny care on this basis. Even with an evaluation, trans patients are routinely denied HRT if they weren't on hormones before they were incarcerated. Requests for evaluation don't always lead to one, and they certainly do not always lead to a diagnosis necessary for inmates to receive gender-affirming care.
Such care is often cost-prohibitive, as well. Prisons are required to provide medical care to those they house, but, as Black and Pink's 2015 survey noted, that care "does not need to be free." Respondents reported doctor fees as high as $100 per year, a daunting amount for the incarcerated; forty-three percent of those surveyed said that those costs prevented them from receiving the care they needed.
Advocates for incarcerated trans people say that medical staff and those who field psychological evaluations in prisons need to be competent enough in trans issues to handle all patients in their care. And Lydon and Gehi agreed that moving away from a strictly diagnostic model of medical care would better serve incarcerated trans people.
The ability to access gender-affirming clothing and other goods at commissary can go a long way toward improving the mental health of incarcerated trans people. Trans men are often housed in facilities for women, and trans women are often housed in facilities for men. When they're living in an environment that triggers gender dysphoria by its very design, having access to masculine-scented deodorant or bras and women's underwear—as found in Pennsylvania prisons, for example—can "have a huge impact on people's mental health," said Lydon.
Ky Peterson is one of countless incarcerated trans people housed in a facility that does not correspond with their gender identity. "He has a really great sense of humor [about being a man housed in a women's prison]," according to Shear. "He tries to make the most of it the best he can." His upbeat attitude is no doubt helped by the gender-affirming medical care, including hormones, he has successfully petitioned for, not to mention the binders (chest-flattening undergarments) and boxer-style underwear (as opposed to more feminine panties) that he is now permitted to wear. But not every incarcerated person, trans or otherwise, is as optimistic as Peterson, nor do they all have such an extensive network of support fighting for them on the outside. Their medical well-being, much less their survival, shouldn't hinge on either.
Question of the Day: We Asked New Zealanders How the World Will Actually End
(Top image via Flickr)
Five years since the supposed end of times, as predicted by the Mayans, we're still hanging in here, but we find ourselves coming to terms with some pretty freaky realities; climate change, cyber warfare and perhaps most concerning of all; President-elect Donald Trump. So, on the eve of his inauguration I hit the streets of Auckland to find out what people think could really finish off our existence.

Antione, 22
What do you think will bring about the end of the world?
Civil wars, in each country. People will get scared and buy lots of supplies.
Where do you think would be the best place to be if that happened?
I think it will be the same in each country. I'm from France and there has been a lot of trouble like terrorists and things like that but those things don't happen here.
You're not too worried about Trump being inaugurated tomorrow then?
No, I absolutely don't care. In my opinion; it won't change anything. Every President from every country is always talking but never acting.

Hardik Sood, 19 (left) and Naman, 19
If the world was to end, how do you think it would happen?
Hardik Sood: Well if you've seen the 2012 movie, we might have a clear picture, hahaha. Maybe a meteor crash?
Will climate change play a part, do you think?
Naman: I think maybe World War III.
Hardik Sood: According to me, if the world starts with a big bang I think it will end with a big bang. We don't really stand a chance.
If something like that was to happen, do you think New Zealand is a good place to be or it won't matter anyway?
Hardik Sood: Well, New Zealand is a small island, I think we might have a better chance back home in India. It's not really about surviving; if the world was going to end I would want to be with my family.

Geetika (left), 26 and Purnima, 24
What do you think will bring an end to planet earth: climate change or world war?
Geetika: Yeah I think it could be World War III.
Do you think you'd fight for your country if another world war broke out?
Purnima: I wouldn't want to fight but I would like to help.
How would you help?
Geetika? Maybe help the needy people.
Like the sick and the wounded people?
Purnima: Yeah we can do that.
Geetika: Instead of trying to fight the other country, I would just like to help the people who need it, like a kind of social work.

Stephanie, 21
If we're to see the end of the world, how do you think it'll go down?
The skies are getting so dirty all over, all the cities are seeing it now.
Pollution? You think too much pollution is gonna kill us all?
Yeah, I think the pollution will end the world.
Do you think NZ is a good place to be in that case?
In my opinion, yeah. But of course, it will catch up with all of us eventually. If the world ends, everything is destroyed, there will be no countries left.

Rory, 34
What do you think has potential to end the world?
Nuclear warfare.
Jeepers, who do you think will kick that off?
Russia.
You think we're in a pretty good spot in New Zealand then or are we gonna wiped out too?
Yeah nah, I think we're pretty safe. Safer than other places.
You're not too worried then? You don't think we're gonna the end of the world anytime soon?
It's so weird you say that, I had a dream the world ended last night. It just blew up eh. I googled it today and apparently it means I'm worried about something ending.
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Action Bronson Loves Tortas
On an all new episode of Fuck, That's Delicious, the whole crew heads to Chicago to indulge in all of the windy city's culinary offerings from Michelin-starred restaurants to Polish Festivals.
Fuck, That's Delicious airs Thursdays at 10 PM on VICELAND.
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Vamos a una misa en la que bendicen a perros y gatos
Mientras atravieso las puertas de la iglesia de San Salvador, en Valladolid, intento recordar cuándo fue la última vez que fui a misa sin verme obligado por la boda de algún amigo o familiar. No consigo recordar la fecha, pero claramente no fue hace poco. El olor a incienso y cera de las velas se entremezcla con el de perro mojado. Esquivo patas, rabos y correas hasta llegar al pasillo central. No sabía que la iglesia se hubiese modernizado tanto. Será cosa del nuevo Papa o del cartel de la puerta que reza que tras la misa de hoy, en honor a San Antón, se bendecirá a los animales. Y hacen bien en hablar de animales y no mascotas, porque dudo que la RAE acepte gallina como animal de compañía.

El párroco habla del amor al prójimo y a los animales, de dar cariño y proteger a nuestras mascotas como a esos pobres niños refugiados que huyen de sus países en guerra. La comparación chirría bastante, pero por lo menos se acuerda de los refugiados, pienso. Entre ladridos, maullidos y cacareos, alza la voz para llegar a oídos de sus feligreses. La iglesia está hasta arriba de gente, no cabe un alma, animal o humana. La mayoría aguanta estoica la cháchara del cura, en brazos de sus dueños. Otros rebeldes gruñen a los santos y vírgenes que los rodean.
La escena es más propia de un capítulo de Twin Peaks que de una invernal mañana en misa de doce. Pero ahí todo el mundo parece encantado con la estampa, salvo alguna parroquiana que se alza los cuellos de su abrigo de visón ante la mirada desconfiada de su vecino chihuahua. He de reconocer el mérito de mantenerlos calmados y en silencio ante lo que podría haber sido una orgía de ladridos y bufidos. La eterna pelea entre perros y gatos amainada por la paz del Altísimo.

San Antón, santo patrón de los animales, reúne cada 17 de enero a religiosos y sus mascotas en iglesias de toda la geografía española. El párroco detiene a tiempo sus analogías entre animales y refugiados, antes de que su oratoria le juegue una mala pasada. Llama a la comunión a sus creyentes que acuden con sus amigos más fieles en brazos, unos recelosos, otros hambrientos ante la hostia sagrada. No saben que el cuerpo de Cristo no es un premio por portarse bien.

La misa llega a su fin y una procesión de piernas y patas se apresuran hacia la puerta, nadie quiere quedarse sin su bendición. Armados con ramos de romero y dorados cuencos con agua bendita, el párroco y sus ayudantes salen del templo. Los dueños se agolpan nerviosos, parece el patio de un colegio a la vuelta de vacaciones. El agua bendita empieza a volar en todas direcciones entre animales que se retuercen en brazos de sus amos. Me temo que el agua bendita les gusta tan poco como el de la manguera del jardín.
Y por fin la plaza se va vaciando poco a poco, dueños y mascotas se alejan con sus almas purificadas y una sonrisa de oreja a oreja. Solo algunos remolones se resisten a irse a casa y apuran los últimos selfies en compañía animal a las puertas de la iglesia. En el interior todo ha vuelto a la normalidad salvo un gran dogo de dimensiones equinas que se niega a posar junto a la policromía de San Antón. Si todas las misas fuesen así de pintorescas la Iglesia no tendría tantos problemas de asistencia. Y recordad, amaos a los animales como yo os amo a vosotros.









CNN Is Hiring a Real Reporter to Investigate Fake News
During his first contentious press conference since the election, president-elect Donald Trump accused CNN of being "fake news." Now the cable news organization is trying to fight that claim by taking steps to hire a real fake news reporter—someone who can actually investigate the origin of the lies that are spread, mostly on social media, by the electorate.
On Thursday, CNN Media posted a job listing looking to hire a senior writer whose entire job would be to chase down stories like the one that aide to a Maryland lawmaker planted about Hillary Clinton buying fraudulent ballots in Ohio or the one about her being involved with a pedophile ring in the basement of a DC pizza restaurant.
"We're going to be examining the wave of 'fake news' stories and the people behind them, but more than that we're going to be looking at truth—what happened to it, why so many of us no longer believe it, and where those people are going to get their information instead," the listing reads.
Additional qualifications include debunking myths, confronting the "real" media about their hand in the fake news lifecycle, and probably a very tough skin in order to deal with all of the online trolls who will deem the reporter's work as "fake." Oh, and candidates should also have six years of experience. You know, experience in the media before it was all "fake."
CNN is the first news organization to actively try to combat and devote time to the fake news phenomenon. Back in December, Facebook launched its own initiative to try to curb the site's role in spreading articles from the cottage industry of website purveyors who capitalized on the fractured political environment of the presidential election.
So, if you are an experienced journalist who wants to focus on a trend that no one can seem to define nor has any idea how to stop, then CNN has the job for you. No salary is listed, but whatever the amount, there's no way it is enough.
Game Developers Speak Up in the Face of Obamacare Repeal
Sam Coster never worried about his health. About to finish college, the young and athletic 20-year-old had no reason to consider insurance plans and market exchanges. Thanks to the Affordable Care Act (more commonly referred to as "Obamacare," in both negative and positive lights), health insurance concerns remained sidelined, the law allowing him to stay on his parent's insurance plan until the age of 26.
At the age of 23, after founding his own game development studio, Butterscotch Shenanigans, with his two brothers, Coster was diagnosed with Stage Four B Lymphoma, an advanced strain of cancer that begins in a single lymph node and eventually extends to other organs.
"They didn't actually know how I was still alive when I got into the hospital," Coster says. "They thought I was going to be dead within two weeks if I didn't start getting treatment."
For several years, Coster was able to curtail the nearly insurmountable costs of his medical treatments through his parent's insurance, and then later a plan acquired through the ACA's health insurance exchange portal. Six rounds of chemo appeared to eradicate the cancer by the summer of 2014.
Six months later, Coster discovered a tumor in his left chest wall while showering and was re-diagnosed. Forced to enter multiple intensive rounds of "salvage chemotherapy," BEAM chemotherapy, a stem cell transplant, and four weeks of being quarantined inside a hospital with skyrocketing fevers and no immune system, Coster finally found some semblance of resolution.
Altogether, Coster's bill cost over $1,500,000. But through the ACA, Coster paid roughly $96 a month, with just a $2,500 out of pocket maximum.
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Revisiting the New Radicals Song That Taught Us How to Navigate the Future
Traditionally, the best and most important songs are those that win awards, feature in box-sets, or push toward a movement that illuminates how we view the world and everyone in it. Tracks like David Bowie's "Heroes," Billie Holiday's "Strange Fruit," or The Sex Pistols' "God Save the Queen" spring to mind. But if we're to see ourselves as a vessel that's slowly being filled with our own experiences until the ticker in our brain turns itself off, there's another type of song that's as important to existence as anything Rolling Stone have put in their 500 Greatest Songs of All Time list.
These significant, crucial compositions are the tracks that carry us through life. They're as infused in our childhood memories of riding in hot cars as they are in collapsing to our knees in a karaoke bar, somewhere around the age of 25, feeling like we're teetering on the edge of an existential crisis. Of course, there's no reason these songs can't be in the vein of Marvin Gaye's "What's Going On" or Bob Dylan's "Blowin' in the Wind". But more often than not, the ones that make the most impact are those you were forced into listening to, through domestic legislation, as a child. They're The Pale Fountains' "Jean's Not Happening." Or they're The New Radicals with their enchanting hit single and 1990s totem "You Get What You Give."
In my case, it is both of these songs. For the sake of argument though (and to keep in line with anyone born after 1990), forget The Pale Fountains. Instead, let's remember The New Radicals. Like most formative memories, my first experience with the band took place as I was sliding across a village hall floor, calypso cup in hand, reaching for my own version of heaven or Las Vegas. At that age, you don't really think about what happens next. In your unformed mind, you imagine you'll be skidding across dusty, recreational floors for the rest of your life. As someone who's leaning into adulthood though, I've found myself thinking a lot about "You Get What You Give," what it means to me, and perhaps more pertinently, to the way in which we navigate the future.
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Bernie Sanders Still Thinks America Needs Universal Healthcare
Before Bernie Sanders was the left's favorite presidential candidate, he was a lonely crusader against Obamacare. During the 2009 healthcare debates Sanders was Congress's loudest champion of "single-payer," a system where the government would provide insurance for everyone. Though he ended up voting for the Affordable Care Act, Sanders has also repeatedly filed legislation on behalf of that simpler, but more radical, alternative. "Medicaid for all," as he started calling it, was also a cornerstone of Sanders's 2016 primary campaign.
Although he hasn't given up his fight for truly universal healthcare, the Vermont senator, like others on the left, is now concerned with the more immediate battle: trying to keep Obama's landmark healthcare legislation from being repealed. He's well positioned to use his fame and popularity to help lead that fight, even as he emphasizes that Obamacare isn't good enough.
He claims to still be an independent, but he officially became a Democrat last year in order to vie for the presidential nomination. Despite his "it's complicated" position on party politics, Sanders has maintained his a commitment to single-payer healthcare system unpopular among mainstream Democrats. Even at a rally for Obamacare in Warren, Michigan, on Saturday, he stuck to his longtime message.
"Our job today is to defend the Affordable Care Act. Our job tomorrow is to create a Medicare for all," Sanders told the crowd.
Back in March, Sanders pulled off an upset of Hillary Clinton in the Michigan primary, and there were plenty of his supporters there feeling the Bern in freezing temperatures. None of the people I spoke to viewed Sanders's support for Obamacare is not a betrayal of his fight for a government-backed single-payer system.
"I think his ultimate goal still is universal healthcare, but as they say, 'Perfect can't be the enemy of good,'" Darwin Spaysky, a 63-year-old, told me. "I think he's being pragmatic." The youth supervisor at a local juvenile delinquent center said he voted for Sanders in the Democratic primary.
"I'm really glad that Bernie is still keeping it up," Spaysky said of Sanders's desire to expand Obamacare.
Michigan was one of a few key Midwestern states that narrowly swung the presidential election in favor of Donald Trump, and Sanders's success there marks him as someone who could turn the state blue again. In November, Senate Democrats tapped Sanders to head outreach, making him the first independent to hold a party leadership position since the current leadership structure was instituted early in the 20th century. He's using this role to push the Democratic Party toward his promise of a "political revolution." That means talking up single-payer even when he's nominally at a rally in favor of Obamacare.
It also means offering populist alternatives to mainstream Democratic positions. Following a marathon session that concluded late on Thursday night, the Senate passed a resolution that marked the first step toward the repeal of the Affordable Care Act. During that vote, Sanders took the floor to denounce the repeal, but he did not waste an opportunity to push for a vote advancing an anti-corporate agenda.
"The votes tonight are really about whether we are prepared to stand up for ordinary Americans," he said, "Or whether we're going to continue to kowtow to the insurance industry and the pharmaceutical industry."
Sanders then forced his Democratic peers to vote on that sentiment when he, along with Minnesota Democrat Amy Klobuchar proposed an amendment that would have allowed for the importation of prescription drugs from Canada, where they are often exponentially cheaper. Though some Republicans crossed the aisle to vote for that amendment, 13 Democrats voted against the measure, including New Jersey Senator Cory Booker.
As Jezebel pointed out, Booker and a few of the other Democrats who cast nay votes have received a lot of money from large pharmaceutical companies. The $267,338 Booker has accepted from big pharma over the last several years is surpassed only by Utah Republican Senator Orrin Hatch and Senate Majority Leader Mitch McConnell when it came to taking money from big pharma.
In response to Jezebel, Booker offered the following defense: "I support the importation of prescription drugs as a key part of a strategy to help control the skyrocketing cost of medications. Any plan to allow the importation of prescription medications should also include consumer protections that ensure foreign drugs meet American safety standards."
For many Sanders's fans the amendment is a prime example of what sets him apart: His willingness to take jabs at large industries and big banks in order to support the average American. He sounded some of the same notes while weighing whether or not to support Obamacare in 2009. "I absolutely know that the insurance companies and the drug companies will be laughing all the way to the bank the day after this is passed," he told the New York Times back then. (He eventual vote in support of the bill came after he helped add several provisions, including the inclusion of $11 billion in funding for community health centers.)
Sanders's critiques of Obamacare suggest that he would support scrapping it—but only if it could be replaced with a more progressive alternative. With that off the table, he's focused on persuading his voters to help the Democrats block the repeal.
"There are differences of opinion about the Affordable Care Act," Sanders said at the rally in Michigan. "Some people like it, some people don't like it, but very few Americans believe we should repeal the Affordable Care Act without a replacement program to make it better."
Many of Sanders's most appealing policy suggestions have a common-sense appeal: Drugs should be cheaper. More people should have insurance. Healthcare decisions shouldn't be based on income. The fight against the effort to repeal Obamacare has a similar logic: Don't take healthcare away from sick people.
"I'm a cancer survivor," Kay Hunsanger told me. While her melanoma is in remission, the 55-year-old homeschool educator worries for the worst.
"I know I won't be able to get insurance [without Obamacare]," she said. "I know if my cancer returns it'll be a death sentence."
Beenish Ahmed is a reporter, writer, and the founder of THE ALIGNIST. Follow Beenish Ahmed on Twitter.
Judging Obama's Progressive, Flawed, Conflicting Legacy
Years from now, Americans will know how they're supposed to feel about Barack Obama. Time has a way of flattening the dimensions of a presidency, of creating a conventional narrative: Jimmy Carter was a weak-willed failure, Ronald Reagan defeated the Soviet Union, Abraham Lincoln and FDR saved America at times of crisis. Arguments over Obama's legacy might be academic, but they'll also be important—will his administration represent a high-water mark for sensible, center-left government that liberals yearn to return to, or a symbol for what doesn't work?
It goes without saying that conservatives hate Obama for expanding the regulatory state, allegedly being insufficiently rah-rah in his patriotism, and forcing bakers to create wedding cakes for gay couples. But for those on the left, Obama is a more complex subject—a president who left behind a trail of compromises, half measures, and outright failures that are difficult to excuse.
When he first ran for president in 2008, Obama emerged as the progressive alternative to Hillary Clinton. He was opposed to the Iraq War—which Clinton voted for—back in 2002, when that was actually a bold stance. As a candidate, his healthcare plan called for allowing anyone to buy insurance straight from the government, a.k.a. the "public option." He talked about aggressively fighting climate change, and pledged to close the prison at Guantanamo Bay. And of course just the idea of a black man being elected president was a progressive dream—not a signal that racism was over, just an important sign that America was perhaps edging toward equality.
No one expects a politician to deliver on every promise he or she made in the heat of a campaign. And Obama, who for most of his terms faced a Republican Congress that had no interest in compromising on major issues, achieved results that liberals can hold up as examples of real progress. The Affordable Care Act altered the landscape of healthcare in this country, saving tens of thousands of lives along the way. The economy came most of the way back from a deep recession. In Obama's second term, he got around that obstructionist Congress by using executive orders and rule changes to advance some parts of his agenda. That meant undocumented immigrants who were brought to the US as children and undocumented parents of citizens were protected from deportation. The Justice Department has been investigating cases of police abuse and misconduct across the country. The administration mandated that employers give more salaried employees overtime. The first bill he signed allowed women to sue employers if they were being paid less than a man would be; during his last weeks in office he granted clemency to many prison inmates, most notably Chelsea Manning.
With Trump taking office, there's an impulse for liberals to look back at Obama through rose-tinted glasses.
Donald Trump and the Republicans will surely roll back some or all of those measures, but that doesn't mean Obama's efforts didn't matter. It also seems unfair to blame Obama for congressional inaction on climate change, gun control, or criminal justice reform, all of which he pushed for. If you're keeping score at home, you should also give Obama points for his speeches, which are sure to inspire future generations, and the undeniable symbolism of having a black family in the White House.
With Trump taking office, there's an impulse for liberals to look back at Obama through rose-tinted glasses and celebrate those achievements while shrugging off anything they don't like as the fault of those nasty Republicans. That lets Obama off too easy.
The Obama administration continued the bailing out of banks and big business in the wake of the financial crisis. But almost no bankers were ever prosecuted for their role in the collapse of the economy; meanwhile, a program meant to help homeowners whose lives were wrecked by the crisis was poorly supervised and ineffective. Those efforts to close Guantanamo were defeated not just by hardline Republicans but by the White House's own lack of support. Before Obama defended some undocumented immigrants from deportation, he deported millions of others, to the outrage of advocacy groups. Though Obama claimed credit for working to "reform our laws governing surveillance to protect privacy and civil liberties" during his farewell address, he was perfectly content with the surveillance state before the Snowden revelations forced him to publicly change his tune. His administration continued the long trend of expanding executive branch power, a topic that concerns both the left and libertarians. In 2008, he may have been the anti–Iraq War candidate, but he was not been philosophically aligned with the broader antiwar movement as president, as his expansion of killer drone operations indicates. His administration also supported brutal Saudi Arabian military operations in Yemen—when Obama canceled an arms deal to the Saudis last month, it struck many as not nearly sufficient.
The list of liberal and leftist critiques of Obama goes on; I'm sure I'm missing some. But in brief, the problem is that many hoped he would be a president who ushered in an era of actual change but instead sided far too often with Wall Street and other established, monied interests that have traditionally dominated American politics—even as he kept telling liberals what they wanted to hear. The story of the public option is an example of this: After campaigning for the popular insurance reform, as president Obama declined to fight for it when it came time to negotiate the specifics of the Affordable Care Act. Seven years later, in an op-ed for the Journal of the American Medical Association, the president said he supported a public option.
For liberals wrestling with all this, a great deal depends on how they measure a president. Obama fell short, repeatedly, of the ideals he espoused. He was not a populist nor even a radical, even if the right painted him—relentlessly—as one. But it's also difficult to imagine a realistic alternative who would have lived up to those ideals. Partially that's because, well, they're ideals. But it's also because the Democratic Party that Obama came out of was relatively centrist.
Obama's liberal critics may have been eloquent and earnest, but they failed to force his hand when it came to most key issues.
On the other side of the aisle, the conservative movement, and the Tea Party in particular, has pushed the Republican Party toward ideological purity. That kind of groundswell of uncompromising fury hasn't consumed the Democrats. At least not yet—Bernie Sanders's presidential campaign maybe gives us an example of what a left-wing Tea Party would look like, in all its divisiveness and fervor. But during the Obama years, Sanders didn't have too many allies in Congress, whereas Tea Party senators like Ted Cruz had plenty of juice. This asymmetry pushed DC in a particular direction—Democrats, by and large, didn't have to worry about being burned in effigy for compromise votes, while Republicans constantly feared being outflanked to the right by primary challengers. Obama's liberal critics may have been eloquent and earnest, but they failed to force his hand when it came to most key issues.
Now that the Democrats are out of power, maybe the party will move leftward—Congressman Keith Ellison, a Progressive Caucus co-chair, might win the top spot at the Democratic National Committee. Sanders and Elizabeth Warren have leadership positions in the Senate now. And Sanders supporters, fired up by his surprising primary run, could volunteer for more progressive campaigns or even run for office themselves.
It's by such inching, almost invisible steps that a country shifts. Obama didn't run or govern in a vacuum; whoever the next Democratic president is, they will be constrained and supported by the politics of the party around them. If it seems naive to call Obama a hero and unfair to brand him a failure, maybe the best way to look at him is to quote his own final speech: "We're not where we need to be. All of us have more work to do."
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